San Esteban de Gormaz


Localización

Localidad soriana asentada a las orillas del Duero sobre un paso estratégico del mismo, constituyó durante los siglos X y XI una pieza clave en los lances fronterizos entre Castilla y los sureños vecinos musulmanes del otro lado del río. Próxima a la gran fortaleza de Gormaz, a quien debe su apellido toponímico, y ocupada con reiterada alternancia por agarenos o cristianos que se la disputaban enconadamente, contribuyó con sus murallas y su castillo a la formación de la barrera defensiva que, en unión de Osma y del mencionado baluarte de Gormaz, se organizó en la zona oriental del Duero.

Tras la ocupación árabe de casi toda la Península Ibérica en el primer cuarto del siglo VIII pronto se inició la resistencia astur bajo el caudillaje de Don Pelayo. Su segundo sucesor en el trono del incipiente reino, Alfonso I, se vio favorecido por las tensiones internas de los invasores musulmanes y, en particular, por la sublevación de los berberiscos que se desplazaron hacia tierras andaluzas abandonando los territorios del norte, coyuntura que aprovechó el monarca asturiano para incorporar Galicia a sus dominios y llevar a cabo sus campañas militares con incursiones incluso más allá del Duero. Las crónicas de estas correrías (753-756) mencionan a Osma y otras poblaciones más meridionales, por lo que es obvio que también San Esteban de Gormaz debió formar parte de los lugares transitados por las huestes alfonsíes. No puede decirse con propiedad que conquistó todas aquellas plazas entre Coimbra, por el oeste, y Guadalajara, por el este, que el cronista Sebastián relaciona, pues no se consolidó la toma con guarniciones permanentes ni con repoblaciones cristianas; únicamente las expolió dejando yerma (Eremavit campos, dice el Albeldense) y despoblada toda la franja entre la Cordillera Cantábrica y el Duero, dando lugar al llamado «desierto del Duero». En las postrimerías de este siglo pudo ya existir en San Esteban de Gormaz una primaria fortaleza utilizada como bastión avanzado de la plaza musulmana de Medinaceli. Los cristianos la conocían por Castro Moro.

El monarca asturiano Alfonso III el Magno expandió su reino hasta el Duero con las repoblaciones de Zamora, Simancas y Toro, por un lado, y las de Burgos y Oviema, por otro. Se llevaron a cabo éstas últimas por el conde castellano Diego en los años 882 y 884 respectivamente, según detallan algunos cronicones así como los Anales Complutenses y los Anales Compostelanos. No se hace referencia en ninguno de ellos a San Esteban de Gormaz, cuya repoblación se demoró algunos años más, hasta 912, reinando ya García con sede en León. En efecto, los Anales Castellanos Primeros precisan que «In era DCCCCL populaverunt commites Monnio Nunniz Rauda et Gondesalbo Telliz Hocsuma et Gundesalbo Fredenandiz Aza et Clunia et Sancti Stefani iusta fluvius Doyri», es decir, que en la era 950 (año 912) poblaron los condes Nuño Núñez, Roda; Gonzalo Téllez, Osma; y Gonzalo Fernández, Aza, Clunia y San Esteban junto al río Duero (San Esteban de Gormaz). Quedaba establecida así la frontera del Duero que leoneses y castellanos habrían de defender porfiadamente. En tal línea fronteriza, San Esteban de Gormaz pasó a constituir una de las denominadas puertas de Castilla.

Sólo cinco años después de su repoblación, en 917, Abderrahmán III tomó represalias contra Ordoño II quien, en una atrevida incursión de saqueo, se había adentrado en territorio musulmán hasta Mérida, por lo que en septiembre de ese año atacó San Esteban de Gormaz. El descalabro de los cordobeses fue de tal magnitud, según relatan los cronistas cristianos, que no sólo murió su general Ibn-abi-Abda, cuya cabeza se exhibió sobre las murallas, sino que los cadáveres cubrieron todo el suelo entre la ribera del Duero y Atienza y Paracuellos. Los historiadores mahometanos admiten la derrota aunque en términos más comedidos y realistas. Siguen en los próximos años las razias de musulmanes y cristianos sobre territorio contrario con suerte alternativa. En una de estas operaciones militares, en 920, Abderrahmán III, comandando personalmente su ejército, se apodera con cierta facilidad de Osma, la fortaleza de Alcubilla, Clunia y San Esteban de Gormaz.

Aunque las luchas internas entre leoneses y castellanos facilitaron durante el año 955 las incursiones depredadoras del Califa, que lo era a la sazón Alhaquem II, por las tierras del norte, el conde Fernán González pudo reunir fuerzas suficientes para hacer frente a los musulmanes en San Esteban de Gormaz. Tras victoriosa batalla acaecida en ese año, de la que nos da cuenta el Cronicón de Cardeña, se adueñó de la plaza fuerte que cambió así de bando una vez más.

En 963, Alhaquem II se hace con la ciudad de San Esteban de Gormaz. El califa cordobés, hombre culto y de natural pacífico, se ve en la necesidad de aprestarse a la guerra conocedor de la alianza que han fraguado contra él el rey de León, Sancho, el conde de Castilla, Fernán González, el rey de Navarra y los condes catalanes. Se enfrenta en primer lugar con los castellanos y les arrebata la plaza de San Esteban de Gormaz.

En algún momento indeterminado sobre el que los datos históricos de que se dispone no dan detalle, pero comprendido en todo caso entre la anterior fecha de 963 y la de 995 en que se volvió a perder el bastión de San Esteban de Gormaz, éste fue reconquistado por los cristianos. Se sabe que el conde Garci Fernández, hijo y sucesor de Fernán González, asedió el castillo de Deza en posesión de los Bani Tauril y derrotó en Alborea a uno de ellos que además encontró la muerte en la batalla. Esto ocurría en 974. Al año siguiente, auxiliado por los leoneses y por el navarro Sancho Garcés II, según lo cuenta Abenházam (Ibn Hazm), puso cerco a la fortaleza de Gormaz, cerco que las tropas del general Gálib no pudieron quebrar inicialmente, habiendo de desistir y volver a Barahona. Estas acciones militares del conde castellano por la zona del Duero hacen pensar que San Esteban de Gormaz estaba por aquellas fechas en su poder. Lo cierto es que el hijo rebelde de Almanzor, Abd Allah, estuvo acogido a la protección de Garci Fernández allá por 989. Almanzor no se lo perdonó y ese mismo año le arrebató Osma y Alcoba y, aunque el conde quiso pactar la paz, el cordobés incitó contra él a su propio hijo, Sancho García, quien se alzó contra su padre en 994 y propició que el líder musulmán derrotara al castellano en 995 en las proximidades de Alcozar y se apoderara de Clunia y de San Esteban de Gormaz.

Desaparecido Almanzor en 1002 el califato cordobés entra en crisis. Es ahora el conde castellano quien dirime los conflictos internos entre facciones musulmanas y a quien las partes en pugna buscan y sobornan en su favor. Sancho García presta su apoyo a los bereberes y logra entronizar en Córdoba a Sulayman, quien promete entregar, entre otras, las fortalezas de San Esteban de Gormaz, Clunia, Osma y Gormaz. La entrega no se pudo efectuar de inmediato pues las plazas objeto de pago estaban en poder de Guadih, su oponente. La amenaza de Sancho de otorgar ayuda incondicional a Sulayman hizo recapacitar a Guadih, quien en agosto de 1010 puso en manos del conde las ciudades y fortalezas en cuestión.

El 13 de mayo de 1029 moría asesinado en León el último conde castellano, García Sánchez, hijo de Sancho García. No dejaba descendencia ni, por tanto, sucesión directa. Fue Sancho III el Mayor de Navarra quien se adjudicó el dominio de Castilla en razón de su matrimonio con doña Munia, hermana del malogrado conde. Fruto del desconcierto que tal situación produjo fue la pérdida de San Esteban de Gormaz que pasó a poder del emir toledano. Por fin, hacia 1055-1060 el primer rey de Castilla, Fernando I, se apoderó definitivamente de San Esteban de Gormaz que ya nunca tornaría al dominio musulmán. No existe constancia documental de cuándo y cómo se produjo esta conquista, pero debió suceder antes de la exitosa campaña que en 1060-1061 realizó el monarca castellano por tierras sorianas aledañas al Duero para consolidación de sus fronteras. Lo que resulta seguro es que San Esteban de Gormaz no fue ganada en 1054 por Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, como se lee en muchos sitios web, incluso en El Románico en la Provincia de Soria, de Juan Antonio Gaya Nuño y en la reciente, y por otro lado extraordinaria, Enciclopedia del Románico en Castilla y León editada por la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo. No se conoce con total certeza la fecha de nacimiento de Rodrigo Díaz de Vivar, si bien se admite generalizadamente la de 1043, habiendo algún historiador que la sitúa más tarde. En el mejor de los casos, Rodrigo tendría en 1054 once años, edad inapropiada para conquistar plazas fuertes al mando de un ejército. A parte de esta lógica, la historia no menciona al famoso héroe hasta que en 1060 se le encuentra formando parte del séquito del por entonces príncipe Sancho, luego Sancho II de Castilla. Más tarde, ya en 1063 se sabe que intervino, también acompañando al infante don Sancho, en el cerco de Graus. En fechas anteriores a las mencionadas no existe ninguna referencia documentada a Rodrigo Díaz y, menos aún, que le relacione con la toma de San Esteban de Gormaz en 1054 cuando contaba tan tierna edad.

De cualquier manera, estabilizada la región del Duero por las acciones militares de Fernando I y conquistada Toledo en 1085 por Alfonso VI, lo que supuso que esta cuenca fluvial abandonase su condición fronteriza, San Esteban de Gormaz no vuelve a verse envuelta en más batallas ni disputas entre moros y cristianos y se afianza como ciudad en desarrollo. Los esfuerzos de la comunidad ya no se orientan hacia el poderío bélico sino hacia el esplendor urbano, consecuencia de lo cual es la erección, primero de la iglesia de San Miguel, construida en años anteriores a 1081, y luego la de Nuestra Señora del Rivero, levantada en los albores del siguiente siglo.

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