Soria - San Juan de Rabanera


Localización | Estado a pricipios del siglo XX | La restauración de 1908 | La planta | La cabecera | La portada | El interior | El exterior del transepto

Iglesia románica de finales del siglo XII, parcialmente restaurada, y lamentablemente desvirtuada por los añadidos de dos capillas que trascienden a sus fachadas norte y sur. Exhibe una portada extraida de la ruinosa iglesia de San Nicolás. Fue declarada Monumento Nacional el 29 de julio de 1929.

Se encuentra en el centro de la ciudad de Soria, en la calle de los Caballeros, en un espacio de acusada pendiente que se trasluce al exterior.

Localización


Coordenadas UTM (Datum ETRS89 y WGS84)
  • Huso:30T; X=544.384; Y=4.623.610
Cartografía

Estado a pricipios del siglo XX


El arquitecto Manuel Aníbal Álvarez Amoroso estuvo vinculado a Soria por su participación en la Comisión Española de Excavaciones de Numancia por designación del Ministerio de Instrucción Pública (1906) y como autor del proyecto del Museo Numantino (1913). En San Juan de Rabanera no actuó directamente pero sí asesoró a don Teodoro Ramírez Rojas, miembro de la Comisión Provincial de Monumentos de Soria y numerario de las academias de la Historia y de la de Bellas Artes de San Fernando, cuando éste promovió el traslado hasta aquí de la portada de la iglesia de San Nicolás en 1908 así como la ejecución de diversos trabajos en el interior. Las fotografías que se presentan aquí son inéditas y están realizadas por don M. Aníbal Álvarez en varias de sus visitas a Soria entre 1906 y 1926, cuando todavía no se había llevado a cabo la restauración que en 1958 efectuó el arquitecto don Guillermo Cabrerizo Botija.

Comparando esta imagen de 1926 con la que encabeza la página, tomada desde una posición similar, destaca la presencia de la capilla de Juan de Palafox, fundador de la misma en el siglo XVII, conocida también como de la Santa Escuela de Cristo por pertenecer a esta hermandad. Constituía una prolongación del brazo norte del transepto ejecutada en ladrillo visto, con refuerzos de sillería en las aristas, que se remataba con una linterna de planta octogonal. La capilla de la Soledad, levantada a finales del siglo XV y que ha subsistido a la restauración de 1958, se cubría con tejado de una sola vertiente y presentaba un hastial también de ladrillo a cara vista que debió ser obra coetánea de la otra capilla desaparecida. Se observa asimismo la sacristía que daba servicio a la capilla de Palafox y que estaba adosada a su muro occidental y al septentrional de la capilla de la Soledad. Llama también la atención la ausencia del tramo superior del husillo de acceso a la torre. Sobre la portada existía una ventana adintelada que hoy se ha transformado en un óculo circular.
La visión enfocada hacia la cabecera de la iglesia muestra, a la derecha de la imagen, el significativo volumen de la capilla de Palafox ya mencionada y otros dos cuerpos de menor tamaño correspondientes a sendas sacristías añadidas a ambos lados del presbiterio y al lienzo oriental del transepto. Todo ello se derribó en la restauración de mediados del pasado siglo. Esta fotografía está fechada en 1926 y cabe apreciar en ella cómo el doble arco ciego de medio punto que ornamenta la calle más meridional del ábside está restaurado y completo en todos sus elementos decorativos, en contraste con lo que exhibe la última de las tres fotografías. Si bien el escorzo y tamaño de la foto no ofrece demasiada claridad, en este detalle puede observarse mejor lo dicho. Es de notar que el nervio central y en general toda la zona rehecha posee un color más claro propio de la piedra nueva sin patinar, algo que todavía hoy se patentiza aunque menos contrastado.
Aquí puede verse el lamentable destrozo de que había sido objeto la hermosa arquería ciega del paño meridional del ábside so pretexto de aportar mayor iluminación a la capilla absidal. Esta fotografía, al contrario de las anteriores, no está datada por su autor pero es anterior a la primera intervención restauradora de 1908, pues al finalizar ese año se había reparado ya el daño causado por la apertura de la infausta ventana.

La restauración de 1908


Minimizando el alcance de la restauración llevada a cabo en 1908, dice Juan Antonio Gaya Nuño -y con él cuantos escriben sobre este particular- que tal restauración «más bien fue limpia de encalado y complemento de cornisas rotas». En un tono parecido se expresa la Enciclopedia del Románico de la Fundación Santa María la Real: «Una iniciativa particular de don Teodoro Ramírez Rojas, ... permitió desencalar el interior, descubriendo la decoración de la cabecera, del crucero y añadiendo en el hastial occidental la portada del semiarruinado templo vecino de San Nicolás».

La realidad es que las obras de restauración supusieron bastante más que la limpieza de la cal que pudiera cubrir las superficies interiores, aparte de la inserción de la portada de San Nicolás en su imafronte. Ramírez Rojas contó para la ejecución de este proyecto con la colaboración de don José Alfonssetti, profesor de la Escuela de Artes Industriales de Granada, quien redactó un informe de todo lo hecho que fue publicado en la revista de Arquitectura e Ingeniería «La construcción moderna» en 1909. Por él sabemos que el día 1 de julio de 1908 se dio inicio a las obras procediéndose en primer lugar a retejar «todo el edificio» para subsanar las filtraciones pluviales. Se desalojó a continuación la capilla que ocupaba el brazo meridional del transepto retirando «los altares que afeaban sus paramentos», lo que permitió descubrir la existencia del absidiolo que hoy podemos contemplar. Por otra parte, «los capiteles que coronan las grandes columnas adosadas á los pilares de los ángulos del crucero correspondientes á esta capilla y que estaban completamente cubiertos de yeso, de modo que no se conocía ni remotamente el adorno que en ellos hubiera, fueron puestos perfectamente al descubierto...» Se actuó en esta misma capilla sobre «una ventana que al comenzar las obras era rectangular» pero que «recobró afortunadamente con la restauración su primitiva forma de medio punto». A esta ventana hecha de nuevo se la dotó de una vidriera representando a la Virgen de los Dolores, obra de Guillermo Bolinaga, el mismo que había restaurado pocos años antes las vidrieras de la Catedral de León.

Una vez que se pudo trasladar a esta zona del transepto el retablo del ábside se procedió a intervenir en él. «Al comenzar á picar en el paño del lado del evangelio», pues no se trataba de limpiar la cal sino de derruir obras de fábrica oclusivas, «tapada con un tabique de panderete se hallaba una originalísima y bella hornacina, en la que tallada en alto relieve y en piedra estaba la imagen de San Pedro». En el lado opuesto se descubrió la hornacina correspondiente horadada por la ventana que se muestra más arriba en la última de las fotografías de M. Aníbal Álvarez. Esta ventana «tuvo que ser restituida por completo á su primitivo estado por la parte interior lo mismo que por la externa». Se rehicieron también las vidrieras de las dos ventanas absidales con imágenes de san Teodoro y del Ángel de la Guarda en honor a los esposos Teodoro Ramírez y Ángela Calahorra patrocinadores de aquellas obras. La bóveda del ábside estaba tapiada y enyesada de tal forma que no daba la impresión de que fuese gallonada, «cosa que se puso al descubierto cuando desapareció la gran carga de yeso que tenía y que hacía que apareciese antes como bóveda lisa con tres nervios». También estaban emparedados y salieron a la luz los arcos y hornacinas de ambos paramentos del presbiterio, si bien los del lado del evangelio se encontraron «desgraciadamente destrozados para colocar en su sitio un sepulcro de escaso buen gusto».

En el otro brazo del transepto se descubrió también el correspondiente absidiolo, aunque muy destrozado, y la primitiva puerta de la torre. Apareció asimismo la bóveda original «oculta por una falsa bóveda de arista y construida de ladrillo» que fue derribada para dejar a la vista la primitiva.

Y lo que estructuralmente tiene más importancia es que las ocho semicolumnas que soportaban las dobladuras interiores de los cuatro arcos torales estaban cortadas y aparentemente sostenidas por ménsulas que en la práctica no cumplían ninguna función de soporte, lo que denotaba «el peligro en que el edificio se encontraba de hundimiento». Se hizo en consecuencia toda una operación de consolidación estructural a la que se refiere el Sr. Alfonssetti cuando concluye la descripción de este episodio diciendo: «Afortunadamente se apeó la iglesia en condiciones y se hizo el afirmado de la construcción de modo que ya no existe peligro alguno».

Algo parecido nos cuenta José Ramón Mélida en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones de 1 de marzo de 1910. Estuvo presente en el inicio de la tareas de restauración acompañando a Teodoro Ramírez y a M. Aníbal Álvarez, quien, según dice, «indicó la conveniencia de quitarlo (el retablo) pues que estaba cubriendo un trozo arquitectónico que de cierto no se hizo para cubrirlo». Añade que estaba «encalado todo lo demás hasta la cúpula inclusive; cortadas las columnas de los pilares y apeadas por grandes y feos mensulones». Se refiere también al hueco del paño meridional del ábside «en el que la piedra había sido bárbaramente perforada en tiempos modernos para abrir la ventana cuadrada, que al exterior cortaba el origlnalísímo adorno...». En cuanto a este hueco dice que fue «tapada la ventana y hábilmente restaurada la ornamentación exterior» y en cuanto a las columnas cercenadas, que fueron «prolongadas hasta el suelo las columnas de los pilares que habían sido cortadas y restablecidas sus basas».

La planta


El adjunto esquema de planta muestra el trazado en su situación actual: planta de cruz latina; amplio presbiterio; ábside en hemiciclo y dos absidiolos no ostensibles al exterior embebidos en el muro oriental de ambos brazos del transepto; transepto de anchura similar a la de la nave para originar un crucero sensiblemente cuadrado aunque algo distorsionado por las deformaciones geométricas de la planta; nave única de tres tramos; dos capillas añadidas en el siglo XV a uno y otro lado de la nave central, adosadas al muro occidental del transepto; un husillo que aloja la escalera de acceso a la torre levantada sobre el crucero en el siglo XVI.

Esta planta adolece de una tortuosa geometría pues no posee un eje recto en la dirección canónica del imafronte a la cabecera, ni respeta la debida ortogonalidad del transepto con respecto a la nave. Sorprende tan desmañada ejecución en un emplazamiento en el que aparentemente no existe ningún condicionante para un correcto replanteo.

Es un raro ejemplo dentro de la arquitectura románica soriana de iglesia cuya planta tiene disposición de cruz latina.

La cabecera


El ábside forma un hemiciclo de originalísimo aspecto externo (no se conoce otro similar en España). Lleva adosadas tres pilastras, a modo de contrafuertes, que son lisas de sección rectangular en el tramo inferior hasta la imposta baquetonada que corre por debajo de las ventanas, y estriadas de igual sección en el tramo superior hasta la cornisa.

Contrariamente a lo habitual, en posición central no se sitúa una ventana, sino una de las pilastras que se comporta como eje de simetría respecto al cual se distribuyen las otras dos pilastras y las dos únicas ventanas.

Las ventanas, de medio punto, tienen los huecos enmarcados por una decoración de estrías horizontales y puntas, presentando al exterior una arquivolta de baquetones sobre imposta jaqueada y capiteles de acanto.
Cuatro seudoventanas ciegas, dos a cada lado, ocupan las calles exteriores de este singular ábside. A efectos decorativos se dividen en tres zonas: la inferior sólo lleva unas acanaladuras verticales; la intermedia la ocupa un gran rosetón inscrito en un marco de pequeños botones, tema ornamental que se repite en otros lugares de esta iglesia y que fue objeto de imitación en otras de la zona; en la superior, dos órdenes decorativos más un tímpano con un motivo común basado en una pieza triangular con el vértice apuntando hacia una hoja vegetal colgante.
En la imagen adjunta aún se aprecian vestigios de la reparación que fue necesario realizar para devolver a su primitivo estado la parte destruida al abrirse una ventana.

La portada


La iglesia cuenta con una soberbia portada, pero no es propia sino cedida. Ante el estado de ruina irreversible en que se encontraba la iglesia de San Nicolás de la misma ciudad de Soria, se decidió en 1908 trasladar su portada a la iglesia de San Juan de Rabanera donde hoy luce. Consta de tres arquivoltas lisas, una más, la interior, adornada con arquitos que se entrecruzan, y chambrana vegetal de pares de hojas. Apoyan los arcos sobre capiteles decorados con escenas pertenecientes al Nuevo Testamento (los cuatro de la izquierda) y relativos a la vida de San Nicolás (los de la derecha). El tímpano, de muy meritoria labor, representa un grupo de siete figuras de las que la central es la del santo mitrado en posición sedente. Esta portada puede ser de principios del siglo XIII.
En la composición escénica del tímpano se escalonan las figuras, no sólo por necesidades de adaptación al espacio semicircular, sino por la concepción románica de la jerarquización que otorga mayor tamaño a los personaje de mayor rango. Así, la figura central del tímpano, la de San Nicolás de Bari, obispo de Mira, aun estando sentado supera en altura a sus acompañantes de pie. Lleva el santo mitra y báculo episcopal; los clérigos imberbes que lo flanquean, uno un incensario y el otro un libro; los siguientes que permanecen asimismo de pie, sendos báculos; y, por fin, los acólitos de ambos extremos llevan en sus manos una palmatoria o candelabro.
Todo en estas tallas, la naturalidad de sus expresiones, sus atuendos, su posición girada hacia la figura central,... denota lo tardío de su ejecución, ya en época de transición al gótico.
Los capiteles de la jamba izquierda, de cimacios ricamente decorados con roleos, escenifican pasajes del Nuevo Testamento:
  • Primer capitel: Jesucristo (el rostro muy deteriorado) se aparece a María Magdalena en un paraje arbolado.
  • Segundo capitel: La Resurrección de Jesús en presencia de un ángel y de las santas mujeres.
  • Tercer capitel: Jesús cenando en casa de Simón con María Magdalena postrada a sus pies.
  • Cuarto capitel: La aparición de Jesús a sus discípulos, uno de los cuales, Tomás, palpa la llaga de su pecho en afianzamiento de su credulidad.
Los capiteles de la jamba derecha refieren episodios de la vida de San Nicolás:
  • Primer capitel: El santo intercede ante el emperador Constantino abogando por la inocencia de tres soldados.
  • Segundo capitel: El santo en posición central, mientras a su derecha queda un prisionero esposado con grilletes. Otro se postra a sus pies por haber sido salvado.
  • Tercer capitel: Capitel muy mutilado del que no queda sino una figura masculina en la arista y la mano y la parte inferior del ropaje de otra.
  • Cuarto capitel: También bastante deteriorado, describe el milagro de la multiplicación de los panes para repartir entre su gente.
Existe otra portada, la que en su día daba acceso por el costado sur, hoy cegada. Posee arco de medio ponto con arquivoltas exteriores baquetonadas lisas, e interiores decoradas con arcos entrecruzados al estilo de los de San Juan de Duero. En el tímpano se muestran dos rosetas que armonizan con los motivos decorativos del ábside. Capiteles de volutas, y fustes y basas muy deteriorados.

El interior


El interior responde la descripción que se ha hecho de la planta: una sola nave con transepto. Además del ábside central, y aunque no se perciban al exterior salvo por sendas ventanas de aspillera, existe en los muros orientales de cada uno de los brazos del transepto un absidiolo embutido en ellos.

Todos los espacios se cubren con bóvedas cuya tipología varía en función de cada uno de aquellos. Se desconoce cómo sería la bóveda primitiva de la nave hoy desaparecida y sustituida por otra de lunetos en el siglo XVIII.

El ábside
Cubre su planta semicircular con bóveda gallonada. Sobre una imposta bien labrada descansan gruesos nervios entre los que se disponen los gallones. No se trata de plementos como los utilizados en algunas bóvedas de cascarón nervadas, sino de auténticos gallones de acusada concavidad, como se evidencia en la imagen. Los nervios, como ya se ha dicho de las pilastras exteriores con las que se corresponden, se disponen de forma que el central ocupa el eje de la cabecera. Por cada nervio existe una columna de escasa entrega rematada por capitel figurativo.

Los tres capiteles sobre los que apoyan los nervios de la bóveda son prácticamente idénticos: aunque Gaya Nuño los describe como «magníficos capiteles de hojas», lo cierto es que muestran tres parejas de aves afrontadas (una pareja por cada cara), con una de sus alas desplegada por encima del cuerpo y la cabeza gacha en la manida actitud de picotearse las patas. El cimacio y el ábaco de estos capiteles son una continuidad de la lujosa imposta superior del ábside.

De los cuatro paños verticales en que se divide el hemiciclo, los dos centrales están ocupados por sendas ventas y los otros dos por hornacinas ciegas. El hueco exterior de las ventanas lo forman arcos de medio punto de grueso baquetón que apoyan sobre esbeltas columnas de altas basas y capiteles vegetales de hojas y volutas. Las hornacinas laterales dividen su alzado en dos partes: la inferior, acanalada, sirve de base al nicho superior en el que se aloja una estatua. La de la izquierda, la que se puede ver en la adjunta imagen, corresponde a San Pedro, siendo la única que ocupa su lugar original.

El arco triunfal
Arco doblado de sección recta bastante apuntado. En su clave confluyen los tres nervios de la bóveda del ábside. Descarga en semicolumnas adosadas rematadas superiormente por capiteles foliáceos. El capitel izquierdo es muy sencillo, a base de hojas lisas y mínimas volutas en los vértices. El capitel derecho es más elaborado: se adorna con hojas bien trabajadas y tallos perlados. En ambos casos la imposta corrida forma el cimacio y el ábaco de estos capiteles.
El presbiterio
Se cubre con bóveda de cañón apuntado reforzada por dos ojivas de dudosa funcionalidad estructural. En sus muros laterales se abrían originariamente sendas parejas de hornacinas de las que sólo se conserva el tándem de la derecha, pues el opuesto fue sustituido en el siglo XVII por un arcosolio. Las hornacinas subsistentes están formadas por arcos de medio punto soportados por columnillas de basas acanaladas y capiteles de hojas y volutas. Son en todo similares a los típicos huecos de ventana, aunque ciegos y sin derrame. En su interior se alojan las hornacinas propiamente dichas cuyo frente va festoneado en zigzag; cada una de ellas albergaría en su día una escultura representativa de cada uno de los evangelistas. Estas figuras han desaparecido a excepción de una que se encuentra ahora en la hornacina derecha del ábside.
El crucero
De planta cuadrada, está abovedado por medio de un casquete semiesférico con apoyo sobre una base octogonal. La originalidad de esta bóveda radica en las trompas angulares que hacen posible el tránsito de la planta cuadrada al octógono. Cada una de ellas constituye una pequeña bóveda troncocónica cuyo arco externo presenta su arquivolta con profusa decoración animalística.

Los cuatro arcos torales son apuntados y doblados, de sección recta. Descansan sobre medias columnas adosadas con interposición de capiteles labrados. La imposta que discurre por toda la cabecera forma también los ábacos y cimacios de estos capiteles como los de todos los demás. La composición ornamental es variada: en los capiteles del ángulo noreste abundan las aves y otros seres fabulosos; los capiteles de ángulo sureste muestran composiciones vegetales de hojas, tallos y bulbos.

El transepto
Los dos brazos del transepto se cubren con bóvedas de cañón apuntado similares a la del presbiterio, pero aquí sin las ojivas de refuerzo. En cada uno de los muros orientales, tal como se aprecia en la planta, existe un absidiolo (ver imagen) que no llega a manifestarse al exterior. Su planta es un segmento circular menor que el semicírculo pues el espesor del muro no es lo suficientemente grande. Se cubre con bóveda de horno y su frente está enmarcado por un arco apuntado de baquetones. Exhibe profusa decoración en su dovelas, capiteles e imposta.

El exterior del transepto


Los astiales de ambos brazos del transepto son prácticamente iguales. El septentrional había sido destruido al construir como prolongación del brazo de esa orientación la capilla de Palafox; cuando en 1958 se derribó dicha capilla se rehizo el astial a semejanza del meridional que había permanecido intacto; es el que se presenta en la imagen adjunta. Posee contrafuertes indicativos de su avanzada época de construcción. En el vértice del frontón, sobre una plataforma soportada por dos canecillos, un león sujeta su presa. En el centro, una ventana cuyas columnillas apoyan dos hiladas por encima del alféizar; arco de medio punto de arquivolta lisa.
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