Garray - Ermita de los Santos Mártires


Localización | La planta | La cabecera | La portada | El interior

Debe Garray su celebridad histórica a que junto a la actual población se encuentra el cerro sobre el que se asentó la ciudad de Numancia. Al pie del mismo, en su ladera norte, se erigió en el siglo XIII la ermita románica dedicada a los mártires Nereo, Aquileo, Pancracio y Domitila.

El templo fue declarado Monumento Nacional el 31 de mayo de 1944. A su fábrica original pertenece la cabecera y la portada, siendo más recientes los muros que cierran las actuales naves, algo más cortas que las primitivas. Una inscripción inserta en uno de sus sillares informa sobre la fecha de construcción: ANNO D[OMIN]I MCCXXXI (Año del Señor 1231).

Localización


Coordenadas UTM (Datum ETRS89 y WGS84)
  • Huso:30T; X=546.047; Y=4.629.074
Cartografía

La planta


Iglesia de tres naves y cabecera formada por un ábside semicircular y presbiterio que corresponde a la nave central, toda vez que los ábsidiolos de las laterales quedan embebidos en el muro y no se manifiestan al exterior. La longitud total de las naves se redujo en época moderna en aproximadamente 1,30 m. por lo que el cerramiento occidental está desplazado hacia la cabecera esa distancia con respecto a la posición original. Las naves están definidas por dos dobles arcos formeros muy apuntados que sustituyeron a los tres románicos iniciales. Al costado norte del presbiterio se adosó un espacio que hace las veces de sacristía.

La cabecera


Ligeramente escalonada, hace manifestación diferenciada del presbiterio y del ábside. Éste, de trazado en hemiciclo, se halla distribuido verticalmente en tres paños, en cada uno de los cuales se abre una estrecha ventana saetera con adornos de estrellas en los biseles de las jambas externas. Las dos columnas adosadas al paramento exterior montan sobre altas basas y van rematadas por capiteles de ornamentación vegetal. La cubierta no es de tejas, como suele ser común, sino de lajas de piedra esquistosa, como seguramente lo fue desde el principio.
Sólo uno de los dos capiteles, el de la imagen, se conserva en buen estado, aunque puede apreciarse que ambos responden a una misma tipología de ornamentación: pomos, hojas y tallos, todo muy abigarrado.
Son variados los modillones que se disponen a lo largo de toda la cabecera soportando una cornisa festoneada con tacos en el ábside y con estrellas en el presbiterio. Hay representaciones de animales, como el ave de la presente imagen, de rostros humanos, de florones y hojas acaracoladas, o simplemente lisos.

La portada


En el renovado muro sur de la nave aún subsiste la primitiva portada que exhibe su cuidada sillería sobre el lienzo enfoscado. La forma un fino arimez bajo cornisa soportada por seis canecillos. El arco es de doble arquivolta: la exterior carga sobre las jambas de aristas redondeadas mediando una imposta corrida; la interior descansa sobre columnas acodilladas encapiteladas. Un magnífico tímpano completa el conjunto.
De las dos arquivoltas, la externa es de baquetón liso, mientras que la interna va decorada con una franja de arcos secantes trasdosada por cenefa trenzada. Ocluyendo el arco se encuentra un original tímpano de composición floral con un gran florón rosáceo en el centro rodeado de otros cuatro más pequeños, estando orlado el conjunto por un listel de arquillos que cobijan sendas cabecitas humanas en la parte central y grotescas en los laterales.
Ambos capiteles, tanto el izquierdo (en la imagen lateral) como el capitel derecho, son similares en su composición escultórica: una pareja de arpías aladas, con melena leonina y la cola perlada. En los cimacios, tallos y hojas carnosas.
De los seis canecillos de la portada, los dos de la derecha (en la imagen lateral) representan cabezas o máscaras, una de las cuales lleva sendas bolas en las comisuras de la boca. La pareja central la forman un centauro y una cabeza muy erosionada. En el par izquierdo aparece un animal no muy reconocible y otra cabeza también deteriorada.

Bajo el alero del muro meridional se conserva una serie de canecillos, algunos lisos, otros figurativos, una muestra de los cuales puede verse en la siguiente

 

El interior


Desde el interior se aprecia claramente la distribución de espacios del edificio. Lo componen tres naves de anchura muy desigual, pues las laterales tienen una luz aproximada de 3 m. y la central de algo más de 7,5 m. En la cabecera, un profundo presbiterio y un ábside semicircular de apertura escalonada con respecto al presbiterio. Completan el conjunto dos absidiolos, uno por cada nave lateral, que se describirán más adelante.

Se cubren las naves con armaduras de madera a dos aguas, mientras que el presbiterio se cierra con bóveda de cañón apuntado y el ábside central con bóveda de horno, al igual que los absidiolos. El ingreso al presbiterio viene enmarcado por un arco triunfal con el mismo apuntamiento que el de la bóveda. Toda la cabecera está ejecutada en buena sillería vista, en tanto que el resto de los muros están enfoscados y pintados.

Las naves han sufrido diversas remodelaciones a lo largo del tiempo. Su longitud primitiva era mayor que la actual ya que el cerramiento occidental se ha desplazado hacia el interior algo más de 1,30 m. En origen las naves estaban separadas por tres arcos formeros de los que se conserva el soporte adosado al arco triunfal del primer tramo. Al acortarse la distancia total a salvar con tales arcos se han reducido éstos a dos que apoyan en una gruesa columna de sección circular. Ambos arcos son muy apuntados y de desigual luz.
Como se ha dicho, este semipilar compuesto adosado al muro serviría de apoyo al primer tramo de la arquería que delimitaba las naves. Sobre el capitel de la columna cargaría el arco y sobre el núcleo del pilar la dobladura, de forma similar a como lo hace el arco triunfal. Hoy sirve de sustento al actual arco apuntado cuya reducida base deja sin funcionalidad a buena parte del soporte.
Los capiteles del arco triunfal son de magnífica talla. Muestran sus cestas motivos vegetales a base de tallos, zarcillos, hojas y pomos. Los cimacios contienen similares temas ornamentales. En la imagen se presenta el capitel del lado derecho; el opuesto del lado izquierdo puede verse en esta otra imagen.
Los dos únicos capiteles que se conservan de los arcos formeros son de semejante estilo y calidad que los del arco triunfal. En vez de pomos se representan piñas, abundando también los roleos en los cimacios. En la imagen se presenta el capitel del lado derecho; el opuesto del lado izquierdo puede verse en esta otra imagen.

Ambas naves laterales se rematan en su extremo oriental por sendos absidiolos en hemiciclo embutidos en el muro de cerramiento sin que trasciendan al exterior. Se sigue así el esquema organizativo de otras iglesias sorianas como las de San Juan de Rabanera y Santa María la Mayor, ambas en Soria capital, o la de San Miguel en Almazán. En el lado izquierdo se conserva sólo el absidiolo carente de cualquier otro elemento que le aporte interés. En el lado derecho, en cambio, el absidiolo va precedido de una especie de baldaquino que configura toda una capilla dedicada, como reza el rótulo que se extiende sobre la verja, a «Relicario de los Santos Mártires. Año de 1832».

Se trata de un espacio cubierto por una bóveda de medio cañón sostenida por una terna de columnas a cada lado sobre las que se alzan capiteles corridos historiados. Se cierra al frente por una verja protectora. Contiene un altar románico y restos de pinturas.

El capitel izquierdo, común para los tres fustes de ese lado, presenta una hilera de dieciséis personajes, muy homogéneos en su tratamiento, de los que siete ocupan esta cara exterior, ocho se sitúan en la cara interna y otro más en la cara frontal. Esta última figura es la única que porta un báculo y podría representar a Jesucristo. Las demás, que seguramente constituyen un completo apostolado, exhiben un libro en sus manos o sujetan un bastón de empuñadura con forma de bola. El cimacio es de gruesas bifolias.
El capitel corrido del lado derecho escenifica el pasaje bíblico de la pesca milagrosa. En el centro se sitúa Jesucristo, con báculo como en el caso anterior, y a sus costados dos barcas, una con cinco personajes de pie y la otra con otros seis individuos en doble fila de a tres. En la cara frontal de este mismo capitel aparece otra pequeña barca con tres personajes de pie, totalizando así las quince figuras de que consta el capitel completo.
Perdura en esta capilla el ara primitiva románica formada por una mesa cuyo frontal está horadado por dos arcos tetralobulados y apoya sobre tres dobles columnas. Cada par de fustes comparte un capitel de ornamentación foliácea. De cuadrifolias inscritas en círculos son los adornos que se disponen en las enjutas del tablero frontal.
En el cascarón del absidiolo todavía pueden verse restos de pinturas medievales.

La capilla principal posee dos piezas de gran interés artístico: el altar y la pila bautismal. Además es de destacar también el zócalo del ábside que conserva parcialmente sus primitivos relieves.

El tablero del altar descansa sobre dos soportes que, por su morfología, bien pudieran ser capiteles dobles desprovistos de los fustes sobre los que irían encaramados y que ahora reposan directamente en las basas de las fragmentadas columnas. Esto, unido a que los supuestos capiteles no tienen tallada la cara estrecha que mira al ábside y que uno de ellos, el del lado de la epístola, tampoco tiene labrada otra de sus caras mayores, induce a pensar que se trata de verdaderos capiteles provenientes del baldaquino desaparecido del absidiolo izquierdo.
En el capitel del lado del evangelio se representa por su cara externa la escena de la Anunciación en la cesta de la izquierda, y la Visitación en la otra. En la cara frontal se muestra a la Virgen acostada en el lecho dando de mamar al niño Jesús acompañada por dos mujeres que la han asistido en el parto. La cara interna del doble capitel contiene la escena de San José recibiendo en sueños el mensaje tranquilizador de un ángel y la del pesebre en el que se encuentra el recién nacido atentamente observado por el buey y la mula bajo la figura de un ángel.
El capitel del lado de la epístola narra aspectos de la Pasión y la Resurrección. En la cara frontal se muestran las Santas Mujeres -María Magdalena, María la Madre de Santiago, y Salomé- portadoras de especies. En la cara mayor, el sepulcro vacío y un ángel sobre él. Al fondo, María Magdalena a los pies de Jesucristo resucitado. Hay que hacer notar la semejanza estilística de las escenas de ambos capiteles con las que se desarrollan en las arquivoltas tercera -nacimiento de Jesús- y cuarta -muerte y resurrección- de la portada de Santo Domingo de Soria.
Expuesta hoy en la capilla mayor existe una pila bautismal que Gaya Nuño data a finales del siglo XI. Es de tosca factura, forma troncocónica invertida, y capacidad tal que bien podría haberse usado para el bautismo por inmersión. Está labrada a base de arcos sogueados, de medio punto unos, rebajados otros, y de herradura algunos más, y bajo ellos diversas figuras de ruda talla representando al típico avaro con la bolsa de monedas que pende de su cuello, una cruz de Malta, o una serpiente acometiendo a un deforme individuo.
Subsisten asimismo fragmentos del zócalo del ábside principal ejecutado en piedra formando una arquería ciega cuyo fondo se decora con formas geométricas en cuadrícula o circulares que albergan figuras de aves y vegetales.
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