Zamora - Catedral


Localización | La planta | La portada del Obispo | El cimborrio | La torre | El interior hacia 1900

La Catedral de Zamora, dedicada a El Salvador, exhibe todavía notables elementos pertenecientes a la fábrica románica. No debió ser ésta la más remota, pues creada la diócesis en 901 su primer obispo san Atilano se ocupó de la construcción del templo catedralicio precursor del románico. Se erigió este último a partir de 1150, durante el reinado de Alfonso VII, siendo consagrado en 1174 según consta en una inscripción lapidaria que se encuentra en el exterior del ala norte del transepto.

Como era habitual la edificación se inició por la cabecera y, como también solía suceder, se consagró y puso en funcionamiento parcial cuando las obras habían avanzado lo suficiente para disponer de los espacios indispensables para el culto. No obstante los trabajos continuaron después de 1174 de forma que entre las postrimerías del siglo XII y los albores del XIII se terminaron las fachadas del transepto, se abovedaron las naves laterales, se levantó el cimborrio y finalmente se construyó la torre y el claustro.

Localización


Coordenadas UTM (Datum ETRS89 y WGS84)
  • Huso:30T; X=270.091; Y=4.597.804
Cartografía

La planta


El templo consta de tres naves que en su día estuvieron encabezadas por otros tantos ábsides semicirculares desaparecidos como consecuencia de las reformas realizadas en la cabecera a finales del siglo XV y principios del siguiente siglo. Completan la cabecera la terna de espacios presbiteriales. A continuación se dispone un transepto que sobrepasa muy poco en longitud el ancho de las tres naves y, hacia los pies, cuatro tramos por nave. Hay que sumar a esto el claustro, el atrio que antecede a la portada septentrional, algunas capillas y diversas dependencias auxiliares. Existen dos portadas que proporcionan acceso al templo y que se sitúan en cada uno de los testeros del transepto; la primitiva portada occidental se eliminó en el siglo XV para construir una de las capillas. El coro ocupa los dos primeros tramos de la nave central. A continuación del último tramo de la nave norte se alza la torre.

La portada del Obispo


Contó originalmente la catedral con tres portadas: una en el imafronte y otras dos en los testeros del transepto. La primera, la que se abría a los pies de la nave central en la fachada occidental, desapareció con motivo de la construcción entre los siglos XV y XVI de la capilla de San Ildefonso o del Cardenal, prolongación al exterior de dicha nave. En cuanto a la portada del testero norte del transepto se perdió en el incendio que en 1591 destruyó el claustro y la propia portada, siendo sustituida en los años siguientes por la actual clasicista. Así pues, la única portada superviviente de las tres primitivas es la correspondiente al testero meridional del transepto, que se conoce como Portada del Obispo.

No se trata de una portada aislada que, como es habitual, suele abrirse en un lienzo mural directamente o resaltada por un arimez, sino que se integra armoniosamente como un elemento compositivo más de toda una fachada perfectamente articulada. En efecto, la fachada del brazo sur del transepto se ordena verticalmente mediante tres calles delimitadas simétricamente con respecto a un eje central por un contrafuerte exterior y una esbelta columna, y se divide horizontalmente en tres niveles. La portada propiamente dicha ocupa el tramo central inferior.

El arco de la puerta es de medio punto y está formado por cuatro arquivoltas de lóbulos cerrados que confieren al intradós de cada rosca el aspecto de una sucesión de rollos o cilindros. La arquivolta interior descansa sobre las jambas, mientras que las otras tres lo hacen sobre columnas acodilladas. Se trasdosa todo el conjunto mediante una chambrana cuyo perfil es de listel y escocia de canto redondeado.
Tanto las columnas como las pilastras que forman las jambas poseen capiteles de tipo corintio cuyas cestas se adornan con hojas carnosas. Los cimacios se unen para formar una imposta moldurada de igual perfil que el de la chambrana. La composición de los capiteles es prácticamente idéntica a ambos lados de la puerta.
Las basas de las columnillas así como las de las altas columnas que enmarcan la portada, al igual que los propias jambas, apoyan sobre plintos de estrías verticales, y todo ello sobre un elevado podio que se alza considerablemente sobre el nivel del umbral.
Al costado izquierdo de la portada se dispone un arco ciego de medio punto muy peraltado sustentado por esbeltas columnas de capitel corintio. En el lienzo que queda entre las columnas se muestran dos casetones con una simple bola como adorno central. El arco está formado por un baquetón y encierra un tímpano en el que se exhiben dos figuras representativas de San Pablo y San Juan, el primero con un libro abierto en sus manos y el segundo con otro cerrado. No hay duda sobre la identificación de ambos personajes pues consta el nombre de Paulo en el libro abierto y el de los dos apóstoles en una inscripción que puede leerse en el fondo del tímpano entre los nimbos de sus cabezas.
El arco de la calle derecha sigue la traza del opuesto pero es mucho más recargado en su decoración. En los casetones ya no hay una simple bola o capullo sino que en uno se muestra una cabeza humana que emerge bajo un arco y en el otro un ave gallinácea y una flor. El baquetón del arco de la izquierda se ha sustituido aquí por un haz vegetal de hojas de acanto que acaba en cabezuelas de alcachofa, y la chambrana está ornamentada en su nacela con palmetas y hojas vueltas. Capiteles, cimacios e imposta abundan en este mismo tipo de decoración vegetal muy elaborada. El tímpano acoge la figura entronizada y coronada de María bajo baldaquino arqueado llevando a Jesús sobre su rodilla, talla ésta mutilada con pérdida de la cabeza. Dos ángeles, uno a cada lado, completan la escena.
En el segundo nivel, el central, se alinean cinco arcos doblados a modo de ventanas ciegas, uno en cada una de las calles laterales y tres en la central. Los arcos exteriores son lisos y no resaltan del paramento, mientras que los interiores presentan la arista biselada en forma de escocia y descansan sobre columnillas de capiteles ornados con temas vegetales. Por encima de la arquería corre una cornisa hasta la que llegan las grandes columnas que enmarcan la portada. Está formada por arquillos trilobulados que voltean sobre modillones troncopiramidales invertidos.
En el cuerpo superior que forma el hastial de este testero se da remate a las tres calles mediante sendos arcos de medio punto lisos rehundidos en el paramento. En el central, de mucha mayor luz que los laterales, se abre un ventanal formado por un arco doblado de medio punto cuya arquivolta exterior descansa sobre columnillas encapiteladas de motivos vegetales.

El cimborrio


Lo que realmente caracteriza y confiere singularidad a la catedral zamorana es su cimborrio, pieza arquitectónica de gran originalidad que marcó el camino a seguir por otras grandes construcciones románicas -Colegiata de Toro, Catedral de Salamanca, Catedral de Palencia- en la cubrición mediante cúpulas de los cruceros o, en el caso de Palencia, de su sala capitular. Este cimborrio fue el pionero de los que luego se ha dado en agrupar bajo la denominación de «Los cimborrios del Duero» (ver artículo sobre este tema).

Debió erigirse en una segunda campaña constructiva a finales del siglo XII, una vez que ya se había procedido a la consagración de la catedral en 1174.

Está formado el cimborrio por un tambor cilíndrico perforado por dieciséis ventanas para proporcionar la debida iluminación y una bóveda cupuliforme de estructura nervada y plementería cóncava gallonada. Los dieciséis nervios que componen la armadura de la bóveda descargan sobre sendos machones definidos por los espacios macizos que quedan entre las ventanas del tambor. Todo este conjunto está sustentado por cuatro pechinas de curvatura irregular pues no se trata de superficies triangulares esféricas toda vez que los arcos torales no son de medio punto sino apuntados, y por lo tanto las pechinas no proceden de un casquete hemiesférico. Cuatro gruesos pilares compuestos dan soporte a las pechinas y al cimborrio que descansa sobre ellas.
Al exterior se cubre con sillares de piedra labrados con resaltes en forma de escamas, lo que le otorga el característico aspecto por el que es reconocible. A lo largo de las limahoyas a que dan lugar las líneas de unión de los gallones en la cubierta corren unas crestas de piedra de las que la mayor parte están rematadas por aritos, rotos casi todos, y de las que otras dos forman escalinatas para ascender a la cima. En las cuatro esquinas que coinciden en vertical con los soportes del crucero se levantaron en fecha posterior a la conclusión del cimborrio otras tantas torrecillas que con su masa gravitatoria pretendían aportar algo de estabilidad al conjunto estructural. En el aspecto formal cada una es un remedo del propio cimborrio a escala reducida con su tambor calado por ventanas del mismo tipo aunque de menor luz y su cúpula escamosa, si bien ésta sobre un segundo tambor formado por estrechos arquillos sobre pares de columnas. Alternándose con estas torrecillas, en el centro de cada cara, se montaron unos elementos más ornamentales que estructurales a base de una diminuta arquería y un frontón superior rematado con una cruz (la oportunista cigüeña que aparece en la imagen no forma parte del artificio arquitectónico).

La torre


Se construyó la torre durante la primera mitad del siglo XIII, cuando ya el templo catedralicio estaba prácticamente concluido y se trabajaba en el claustro románico desaparecido. Se alza a los pies de la nave izquierda presentando planta cuadrada y desarrollo subdividido en cinco tramos. Los dos cuerpos inferiores, de mayor altura que los restantes, carecen de huecos en sus muros; en el cuerpo tercero se abre un vano campanero con arco de medio punto, en el siguiente dos y en el último y superior tres, cada vez de menor luz. En conjunto resulta una torre de robustas proporciones propias de un dispositivo de defensa militar como debió ser el caso de esta polifuncional construcción de ubicación estratégica y dominante sobre el entorno. En el piso inferior se aloja hoy la capilla de Santa Inés.

El interior hacia 1900


El arquitecto Manuel Aníbal Álvarez Amoroso dejó dentro de su colección de fotografías algunas tomadas por él en torno al año 1900 o incluso algo antes. Las que aquí se traen son inéditas y, aunque estas en concreto no están datadas, hay razones para pensar que al igual que las realizadas sobre la Colegiata de Toro pertenecen a las fechas indicadas.

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