Zamora - Santa María Magdalena


Localización | La planta | El ábside | Las fachadas | El interior

La iglesia de Santa María Magdalena, situada en la Rúa de los Francos, el eje viario de la urbe medieval, es por su monumentalidad una de las más destacadas de la ciudad de Zamora. No hay constancia cierta de la fecha de su construcción, si bien se la cita en un documento de 1157 por el que la hermana de Alfonso VII, doña Sancha, realiza una donación a la catedral zamorana. También se hace referencia a esta iglesia en el Fuero dado a la ciudad de Zamora por Fernando II, luego confirmado por Alfonso IX. En su construcción debió intervenir el maestro Giral Fruchel, el mismo a quien se atribuye la parte románica de la catedral de Ávila, quien hizo una legación testamentaria a favor de Santa María Magdalena. Se trataría, pues, de una edificación de la segunda mitad del siglo XII y principios del XIII.
Se sabe asimismo que en 1248 pertenecía a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén que la mantuvo en su poder hasta finales del siglo XIX. A partir de 1874 se incorporó a la sede episcopal. Durante todo el siglo pasado ha estado al cuidado de la Comunidad de Siervas de María que ocupó la residencia aneja hasta que hubo de abandonarla en 2005.

Seguramente, toda la fábrica del templo se levantó sin interrupciones, en una sola fase. No obstante, entre la cabecera y la nave se aprecian rasgos diferenciadores que denotan el transcurso del tiempo que medió desde su inicio en el siglo XII y su finalización ya en el XIII así como la intervención de dos maestros o talleres.
El edificio fue objeto de una profunda restauración en el siglo pasado. En el informe que José Ramón Mélida hizo en junio de 1910 a la Real Academia de la Historia proponiendo su declaración como Monumento Nacional pedía «...que la eficaz protección del Estado evite su ruina, cosa tanto más urgente cuanto que según manifiesta en su razonado informe la celosa Comisión de Zamora, el zócalo de muros y ábside hállase destruido por haberse descompuesto la piedra, hallándose socavada por su base la construcción».

Fue declarada esta iglesia Monumento Nacional en 1910.

Localización


Coordenadas UTM (Datum ETRS89 y WGS84)
  • Huso:30T; X=270.439; Y=4.598.065
Cartografía

La planta


De traza basilical, consta de una sola nave de tres tramos encabezada por presbiterio recto y ábside en hemiciclo. El eje del templo se aparta de la alineación canónica pues sigue la de la calle, de directriz suroeste-nordeste. Por añadidura, la cabecera está girada levemente hacia el este, produciendo una ostensible irregularidad geométrica en su conjunto. En sus muros sur, norte y oeste se abren sendas portadas, las dos primeras, de mayor prestancia y amplitud, enfrentadas entre sí. La portada occidental se encuentra descentrada y desplazada hacia el sur pues la torre impide su lógica ubicación. Se completa el conjunto con una torre inconclusa o desmochada, adosada al extremo norte del imafronte, por encima de la cual se eleva la espadaña. En época posterior se añadió la sacristía al costado septentrional del presbiterio.
La observación de esta planta pone de manifiesto la desmesurada anchura de los muros de la nave diseñados, sin duda, para soportar una cubierta abovedada. No bastó la masa que proporcionó tal grosor ni los contrafuertes con que quiso reforzarse la estructura y la bóveda se derrumbó. Hoy se cubre con armaduras de madera a dos aguas.

El ábside


De planta semicircular, se encuentra recorrido en todo su perímetro por dos molduras que lo dividen en tres cuerpos superpuestos. La inferior se despliega por todo el perímetro del tambor bajo las ventanas y envuelve a las columnas adosadas; la superior no presenta la continuidad de la de abajo, sino que se compone de segmentos que no son sino prolongaciones de los cimacios que coronan los capiteles de las columnillas de las ventanas. Verticalmente, cuatro columnas adosadas a su paramento exterior lo distribuyen en tres paños en cada uno de los cuales, en el cuerpo central, se abre una ventana. Todo el conjunto monta sobre un alto pedestal.
Las columnas que se adosan al muro absidal son de fuste continuo rematado superiormente por un capitel que da soporte al alero. Se ornan estos capiteles con sobria decoración vegetal de hojas y bulbos. Comparten con ellos la misión de sustentación de la cornisa una serie de modillones de variada decoración que incluye rodillos, entrelazos, bolas y cabezas felinas, siendo muchos de ellos lisos.
En apariencia posee tres ventanas, pero dos de ellas, las laterales, son simuladas y sólo la central es una verdadera ventana con hueco de iluminación en forma de aspillera; las otras -puede apreciarse en esta imagen- no llegan a calar el muro y sólo conservan el aspecto externo a efectos compositivos y formales. En todo caso su esquema es idéntico: arco de medio punto sobre columnillas con capiteles de motivos vegetales cuyos cimacios, como ya se ha dicho, se expanden para formar una imposta moldurada, hueco central a modo de aspillera, perforado o no, y alféizar en derrame.

Las fachadas


Fachada meridional

De las tres fachadas, de desigual función y tratamiento, la meridional es la más importante. Su alineación con la calle, aunque retranqueada con respecto a ésta, la convierte en la fachada más aparente y accesible.

El apuntamiento de las arquivoltas de la portada, el de las hornacinas y ventanas, el ajimezado de éstas y, en general, todo el aspecto de esta fachada denota una intervención de época gótica, posiblemente como consecuencia del derrumbamiento de la cubierta pétrea y de los intentos de refuerzo de los muros para salvarla. En esta fachada se encuentra la portada principal que se abre en el tramo central de la nave.
Tanto la fachada meridional como la occidental debieron estar en su día precedidas de un pórtico con techumbre de madera pues todavía subsisten los canzorros en los que descansaban los largueros adosados al muro.

Este era el aspecto, que en poco difiere del actual, que presentaba la fachada a principios del siglo XX según una fotografía inédita perteneciente a la colección fotográfica del arquitecto Manuel Aníbal Álvarez Amoroso
La portada sur, aunque muy abocinada, no dispone de arimez pues el potente grosor del muro lo hace innecesario. Su arco, de trazado ligeramente apuntado, está compuesto por cinco arquivoltas y una chambrana. De aquéllas, la interior apoya sobre las jambas del vano, mientras que las otras cuatro lo hacen sobre columnas acodilladas que se elevan sobre alto podio. Por encima de la portada corre horizontalmente una imposta decorada en toda su longitud con un sinuoso tallo foliado.
La arquivolta interior es polilobulada en su intradós, guardando cierta semejanza con la de la portada septentrional de la Colegiata de Santa María la Mayor de Toro. Se decora el frente de sus dovelas mediante tallos entrelazados, hojas desplegadas y florones multipétalos. En la siguiente arquivolta se repiten los motivos vegetales, si bien aquí las hojas, de rectangular geometría, vuelven sus puntas hacia el interior dejando en el centro un rectilíneo nervio perlado. Destacan dos dovelas próximas a la clave, una de las cuales muestra una cabeza humana de ojos saltones y mueca sonriente, y otra de disposición tangencial con relieve de mucho bulto representando a un prelado con vestidura sacra, mitra y báculo. La siguiente arquivolta luce, como las anteriores, decoración vegetal de tallos enlazados y hojas lobuladas.
Las arquivoltas cuarta y quinta repiten los temas decorativos vegetales a base de tallos entrelazados y hojas de bordes lobulados y nervios centrales perlados. Es de notar una de las dovelas tallada en forma de cabeza felina de cuyas abiertas fauces salen dos tallos tranzados; los salmeres de esta misma arquivolta ostentan igual faz monstruosa que deja brotar tallos de su boca. La chambrana que envuelve el quíntuple arco muestra una serie de cabecitas de gesto risueño que ocupan las concavidades de un tallo ondulante.
Los cuatro fustes soportan sus correspondientes capiteles sobre los que se asientan complejos cimacios formados por un primer tablero inherente al capitel, una banda moldurada con escocias y baquetas horizontales, y un cuerpo superior de considerable grosor esculpido con hojas de perlados nervios verticales rematado por otro tablero a modo de ábaco. El conjunto forma una vigorosa imposta que se prolonga por el paramento de la portada y envuelve las jambas del vano. Éstas no poseen capiteles propiamente dichos, pero sí un friso decorado equivalente a las cestas de los capiteles.
Para contemplar los capiteles y su descripción ver esta

Por simetría con la parte derecha, ésta de la izquierda es en la disposición de los capiteles y en los relieves de la jamba, en cimacios y en molduras semejante en todo a la opuesta.
Sí hay variación en los temas decorativos empleados en las cestas de los capiteles que pueden apreciarse en la siguiente

Sobre la portada, en el mismo tramo central, se abre este rosetón circular de chambrana tachonada con puntas estrelladas. Encierra una sencilla tracería fileteada con puntas de diamante que define círculos y semicírculos diáfanos para permitir la iluminación.
En lo alto de los otros dos tramos se ha perforado el muro para alojar sendas ventanas de aspecto netamente gótico, si bien el arco global es de medio punto. Bajo él, un ajimez de arcos en ojiva, frontón calado y parteluz de sección rectangular biselada que sustenta un capitel de sencilla decoración vegetal y cimacio estriado.

Fachada septentrional

La fachada orientada al norte no queda exenta en su totalidad ya que se adosa a ella, además de la sacristía de época postrrománica, el edificio que hasta 2005 fue residencia de la Comunidad de Siervas de María. No ha sufrido, sin embargo, las alteraciones de la opuesta fachada del sur y conserva con más pureza su original aspecto románico.

Como se ha dicho al describir la planta de esta iglesia, existe en el muro norte una portada enfrentada a la correspondiente del sur. Es de arco de medio punto con cuatro arquivoltas baquetonadas, la interior apoyando sobre las jambas del vano y las otras tres sobre sendas columnas acodilladas alzadas sobre un alto podio Van coronadas estas columnas por capiteles cuya ornamentación abunda en temas vegetales foliáceos. La continuidad de los cimacios forma una imposta de molduras lisas que trasciende de la propia portada extendiéndose por el paramento exterior.
En la zona alta del muro norte se abren cuatro ventanas (ver aquí una de ellas), una por tramo más otra en el presbiterio, de factura románica con arco de medio punto y hueco de aspillera.

Fachada occidental

El hastial de la nave queda reducido a una estrecha franja por el adosamiento de la torre a su extremo norte. Por añadidura, la colindancia con las edificaciones que completan la trama urbana no permite disponer de una perspectiva apropiada para observar esta fachada.

En la parte superior se abre un rosetón de molduras lisas, cuya tracería define un círculo central y ocho lóbulos perimetrales.

La portada, de pura traza románica, consta de arco de medio punto de doble rosca baquetonada, la interior apoyando sobre las jambas y la otra sobre columnas acodilladas. Se alzan sobre sencillas basas y se rematan mediante capiteles de ornamentación vegetal foliácea. Una chambrana lisa envuelve el conjunto. Como en las otras dos portadas, los cimacios de los capiteles se prolongan por el paramento de la fachada, en este caso asimétricamente, formando una imposta de molduración horizontal lisa.

El interior


La gran altura de la nave es, quizás, la característica que primero se aprecia cuando se entra en este templo. Debido a ella, los muros que habrían de soportar la bóveda proyectada resultaron inestables a pesar de su gran espesor y de los contrafuertes con que cuentan, lo que ocasionó el colapso de la estructura y el desplome de la cubierta.

La cubrición

Acaecida la ruina de la bóveda de la nave, ésta se cubrió con armaduras de madera como lo está en la actualidad, quedando sin misión estructural las semicolumnas adosadas a los paramentos interiores previstas para soportar los arcos fajones.
El presbiterio y el ábside conservan su primitiva cubrición abovedada. El presbiterio se cierra con bóveda de cañón apuntada cuyo nivel de imposta se eleva por encima del arco por el que comunica con el ábside dando lugar a un tímpano horadado por un amplio óculo de iluminación. La bóveda del ábside es de cascarón armado con cuatro nervios que descargan sobre sendas semicolumnas que se corresponden con las exteriores y que delimitan los tres paños en que se divide el hemiciclo.

La cabecera

   

En el ábside se diferencian horizontalmente, al igual que en el exterior, tres zonas, de las que la inferior acoge tres hornacinas geminadas y adinteladas, la intermedia aloja las ventanas, abierta la central y ciegas las laterales, y la superior constituye la bóveda ya mencionada en el párrafo anterior.
Las semicolumnas del ábside se rematan superiormente por medio de capiteles de ornamentación vegetal de tipología similar a los que lucen en el exterior. También los capiteles de las columnillas de las ventanas presentan adornos vegetales.
El arco triunfal está soportado por dos pilastras fasciculadas cuyos capiteles, de tambor de planta rectangular, se engalanan con sencillas hojas que vuelven sus puntas para formar volutas. A uno y otro lado de estos capiteles existen sendas ménsulas con forma de capiteles troncocónicos invertidos que dan soporte a la dobladura del arco y a los nervios extremos del cascarón absidal.
El arco por el que se abre el presbiterio a la nave es apuntado como lo es la bóveda correspondiente. Las semicolumnas que lo soportan ostentan capiteles de motivos vegetales que siguen la tónica de todos los demás: hojas casi planas y lisas con las puntas formando volutas.

Los baldaquinos

Son destacables en el interior los dos templetes, uno a cada lado de la nave al comienzo de la misma, que recuerdan los de San Juan de Duero en Soria u otros parecidos que existen en esta provincia y en la de Burgos. Su misión fue en su momento la de disponer de dos altares más para atender las necesidades de la liturgia. Los baldaquinos se encuentran parcialmente encastrados en los muros meridional y septentrional, respectivamente, de la nave, utilizando como cerramiento lateral el muro oriental de la misma. Se cubren con bóveda de cañón cuyo arco frontal descansa sobre una ménsula de forma troncocónica invertida a modo de capitel y, por su extremo libre, sobre columna de fuste estriado y capitel de decoración vegetal. En esta imagen puede apreciarse la columna del baldaquino adosado al muro norte. Aquí se muestra la columna perteneciente al opuesto baldaquino.

El sarcófago

Otro singular elemento lo constituye el sepulcro de un personaje desconocido que, bajo un baldaquino pétreo de rica escultura, exhibe una decoración en relieve de tema funerario de enorme valor artístico y única en su especie.

Se ignora quién es el/la ilustre yacente pues no existe inscripción que lo indique ni documento que aporte tal información. No obstante, la figura tendida sobre el lecho fúnebre corresponde, por su aspecto y por su vestimenta, a la de una dama. Por otra parte hay que considerar que el monumento funerario es constructivamente contemporáneo de la iglesia, es decir, de finales del siglo XII, por lo que la dama en cuestión bien podría ser, al parecer, la reina Urraca de León, primera esposa de Fernando II e hija del monarca luso Alfonso I Enríquez, fallecida en 1188 aunque no en Zamora sino en Portugal. Poco antes de su defunción, en febrero de ese mismo año, había sido coronado rey de León su hijo Alfonso IX lo que pudo determinar a Dª Urraca a manifestar su voluntad de ser enterrada en los dominios de su hijo y en una ciudad a la que había estado sumamente vinculada.

El sepulcro propiamente dicho está constituido por un saliente del muro que da continuidad al zócalo del mismo. Se cierra mediante una lauda en cuya cara superior se ha tallado una cruz patada que la abarca en su totalidad. Sobre el túmulo se alza el baldaquino pentástilo, completándose el conjunto con tres relieves esculpidos en el paramento del fondo.

El elemento principal lo forma el lecho mortuorio en el que yace la difunta con la cabeza reposando sobre doble cojín y los brazos extendidos a lo largo del cuerpo. Sobre el lecho, en posición central, un relieve que cumple además las funciones de ménsula de apoyo del travesaño intermedio. Representa la ascensión al cielo del alma de la finada simbolizada por una figurita humana desnuda con las palmas de las manos vueltas hacia el frente que es transportada por dos ángeles dentro de un lienzo. A uno y otro costado sendos ángeles portadores cada uno de un incensario en su mano derecha mientras que con el dedo índice de la izquierda apuntan a la escena antes descrita de la ascensión del alma.

Las cinco columnas que dan soporte al baldaquín poseen fustes decorados con diversos motivos geométricos, en zigzag, en helicoide, de soga o estriados verticales. Sobre ellos descansan sendos capiteles figurativos de rica talla. En el capitel del ángulo noroccidental se ven dos aves de cuidado plumaje que alzan las cabezas para picotear los frutos que brotan en la parte superior del tambor. El capitel del vértice suroccidental exhibe dos arpías, de torso femenino una y masculino la otra, con las alas abiertas hacia atrás hasta tocarse las puntas y las colas entrelazadas; ambas arpías van tocadas con capirotes. En el capitel central del frente se representan cuatro arpías, una en cada cara del tambor, con las alas plegadas sobre el cuerpo y cuyas colas enlazan a la arpía que tienen por detrás. En el capitel frontal del extremo oriental se aprecian dos quiméricos animales con cabezas de felino, cuerpos emplumados aviarios con las alas plegadas, con largas y afiladas garras, las colas entrelazadas y cuyos cuellos se torsionan y retuercen para enlazarse entre sí. El último de los capiteles, el del ángulo nororiental, muestra un animal monstruoso de doble cabeza y cuello que emergen de un cuerpo de ave y que duplica también la parte inferior del mismo y las extremidades inferiores que semejan pezuñas. Los cimacios de todos estos capiteles van profusamente decorados con variados motivos vegetales.

El dosel que cubre el sarcófago y que descansa sobre las cinco columnas descritas está formado por un arquitrabe perimetral y un travesaño a modo de viga que apoya en la columna central y en la ménsula figurativa empotrada en el muro. Sobre estos elementos estructurales horizontales cargan dos plafones de piedra que hacen de techo y los coronamientos frontal y laterales. Se decoran estos con arcos trilobulados con bolas en sus biseles y diversas figuras bajo los arquillos. En los relieves frontales pueden apreciarse, en el izquierdo, dos dragones que enlazan sus cuellos en el centro, tienen las alas plegadas y cuyas colas acaban transformándose en tallos foliados; en el derecho, dos arpías que también entrelazan sus cuellos, se tocan con capirotes, tienen las alas plegadas hacia atrás y lucen colas de vistosas plumas.

Todo este baldaquín presenta un enorme parecido con las sillas del coro pétreo de la catedral de Santiago de Compostela atribuido al maestro Mateo, desmantelado en su día y reconstruido con materiales parcialmente originales gracias a la dedicación de D. Ramón Yzquierdo Perrín. Esta imagen es suficientemente elocuente sobre tales similitudes hasta el punto de no precisar más comentario.

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