Frómista - San Martín


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Si bien el propósito de este sitio web es, como se manifiesta en la Presentación, tratar sobre los monumentos románicos próximos a la ribera del Duero, queda justificado en la sección dedicada a Fotografías antiguas el por qué se abordan otros monumentos románicos o incluso no románicos de los que nos ha dejado documentación fotográfica Manuel Aníbal Álvarez Amoroso. Toda vez que dentro de la obra restauradora de este arquitecto descuella la que realizó en el monasterio de San Martín de Frómista, se le dedica una página de cierta amplitud que servirá para presentar las 27 fotografías que de él tomó entre los años 1895 y 1904.

Localización


Localización de las iglesias en un mapa de Google

Historia


Desde su repoblación a finales del siglo X o principios del XI, la villa de Frómista (o Fromesta, como se la denomina en los documentos medievales) perteneció a los Condes de Castilla. Desaparecido en 1028 García Sánchez, último conde castellano, recayó la herencia en su hermana Muniadona (o doña Munia, o doña Mayor), reina de Navarra por su matrimonio con Sancho III Garcés el Mayor. Es a ella a quien se debe la instauración del monasterio de san Martín de Tours.

Se fija habitualmente como fecha de construcción de la iglesia de san Martín la de 1066, pero no es rigurosamente cierto. Por un lado, porque todo un complejo monástico dotado de un templo de la categoría de este no se levanta en un año sino que es fruto de un periodo más o menos prolongado de actividad que podría establecerse entre quince y veinte años; por otro lado, porque no existe ninguna constancia documental de que en dicho año se acabase la construcción o se consagrase la iglesia. Lo único sabido y cierto es que doña Mayor otorgó un testamento en el que se expresa «Factum testamentum ... idus Junii era MCIIII», es decir, el 13 de junio de la era 1104, o lo que es lo mismo, del año 1066. La cronología de san Martín se infiere de las alusiones que se hacen en dicho testamento en el que no se citan fechas concretas. Así, se dice: «...videlicet in hoc monasterio sancti Martini quem pro amore Dei, et sanctorum eius, et purificatione peccatorum meorum edificare cepi in Fromesta, dimitto de meas hereditates: nempe illam populationem quam ego populavi circa ipsam ecclesiam, et vineas, et terreas qui servierunt usque hodie in illa domo de sancto Martino...», párrafo en el que se hace referencia al monasterio de san Martín «cuya edificación emprendí en Fromesta», al que le deja en herencia «la población que yo he creado en torno a esa misma iglesia», así como otros bienes «a quienes sirvieron hasta hoy en esa residencia de san Martín». De todo ello cabe colegir que en 1066 ya estaba en marcha y aun avanzada la construcción del monasterio, que su iglesia estaba, si no acabada, en fase tal que pudiese dedicarse al culto y merecer por tanto el calificativo de iglesia, que se había desarrollado ya para entonces en torno a ella todo un barrio impulsado por la reina viuda, y que el monasterio estaba ocupado por monjes y/o clérigos que venían sirviendo a doña Mayor hasta ese mismo día.

En efecto, tras morir su esposo el rey de Pamplona en 1035, doña Mayor retorna a sus posesiones castellanas en Tierra de Campos y promueve una fundación monástica en Frómista para su propio retiro, y en su derredor un poblado autónomo con respecto a la villa que se conocerá como barrio de san Martín. Todo esto no sólo se había iniciado en 1066 sino que estaba en funcionamiento, aunque haya que admitir la posibilidad de que alguna de sus instalaciones, la iglesia en concreto, no estuvieran concluidas en tal fecha. Esta duda surge del análisis estilístico del templo que parece hacer suyas formas y técnicas empleadas antes en la catedral de Jaca, lo que obligaría a atribuirle una datación más cercana a las postrimerías del siglo XI. Así pues, haciendo uso de una cierta vaguedad cronológica podría decirse que el monasterio y barrio de san Martín son de mediados del siglo XI, si bien la iglesia pudo acabarse hacia finales de ese mismo siglo.

En 1118, doña Urraca hija de Alfonso VI y biznieta de la fundadora de san Martín, a la sazón reina de Castilla, donó, también por vía testamentaria, el cenobio y el barrio a los monjes del monasterio de san Zoilo de Carrión adscrito a la orden de Cluni. Pasó así el barrio y el monasterio e iglesia en él comprendidos a constituirse como bienes de abadengo en calidad de priorato de san Zoilo. Esta situación ocasionó un permanente estado de tensión y luchas entre los nobles que ostentaban el señorío de la villa y su jurisdicción civil, los monjes cluniacenses que ejercían su propia jurisdicción sobre los bienes que les habían sido cedidos por la corona, y los obispos de Palencia que nunca quisieron renunciar a sus competencias eclesiásticas en favor de los monjes de Carrión. Sería prolijo e innecesario relatar aquí toda la accidentada historia de san Martín durante los siguientes siglos que, por otra parte, está detalladamente expuesta por Simón Nieto en «Los Antiguos Campos Góticos» (1895).

Tras la desamortización de 1836 se extinguió el priorato cuyas instalaciones monásticas quedaron abandonadas y, como consecuencia, fatalmente abocadas a su ruina y desaparición. La iglesia, desde entonces con función parroquial, «ha permanecido abierta al culto hasta hace quince o veinte años», decía el citado Simón Nieto en 1894. En 1847 se refiere a ella Pascual Madoz señalando que estaba «servida por un teniente de cura, un capellán y un sacristán».

^ Inicio ^

Estado previo a la restauración


A lo largo de los ocho siglos siguientes a su fundación, momento en el que la iglesia tendría una apariencia globalmente igual a la que ahora posee, se fueron produciendo en ella transformaciones formales y estructurales, unas por devastación, como la destrucción de la torre-husillo del ángulo suroccidental, otras por añadidos bajo supuestas necesidades funcionales, todas las cuales alteraron no sólo su morfología sino también sus condiciones de estabilidad, hasta el punto de que, cuando el 13 de noviembre de 1894 se declaró Monumento Nacional y se decidió acometer su restauración, algunas partes del edificio estaban en ruina y otras la amenazaban con carácter inminente.


Foto 01

Se había elevado sobre el cimborrio un cuerpo de campanas, se había construido una torre exterior y un pasadizo que desde ella ofrecía acceso al campanario, se habían adosado capillas y una sacristía, se habían prolongado las naves con un espacio dedicado a baptisterio, capilla funeraria y almacén que soportaba sobre sí un coro, y se había protegido la entrada norte con un atrio de moderna construcción. Lo iremos viendo y comentando.

Las ocho fotografías que ilustran este apartado y que reflejan la situación en que se encontraba el templo exterior e interiormente antes de que se acometiesen las obras de restauración fueron tomadas por M. Aníbal Álvarez el 28 de febrero de 1895.


Detalle de la foto 01

Esta fotografía no es sino una parte detallada a mayor resolución de la fotografía superior (Foto 01). Se muestra aquí la pasarela de acceso al campanario montado sobre el cimborrio a la que se subía por una torre postiza que emergía acodillada al ábside del evangelio y a la capilla que prolongaba el brazo norte del transepto. Este grotesco montaje se realizó en el siglo XV, siendo aún de agradecer que se declinasen hacia esta solución y no hacia la de perforar la cúpula del crucero y levantar un tinglado de acceso directo desde el interior del templo. Dice al respecto Francisco Simón Nieto en el informe que como secretario de la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Palencia emitió en 1894 elevándolo a las Reales Academias de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando en solicitud de declaración de Monumento Nacional: «...y sobre ella (la cúpula) descansa una torre a modo de linterna, tan inoportunamente dispuesta y tan torpemente concebida, que cuesta trabajo comprender cómo, esta adición del siglo XV, ha podido sostenerse hasta ahora sobre aquellos arcos y columnas calculados para más débiles resistencias». Por su parte, José María Quadrado afirma que «levanta del centro del crucero su octógona torre ... la cual por raro capricho comunica por un pasadizo a manera de puente con la escalera colocada en un cubo aislado». Y es que esa torre no sólo era de un deplorable aspecto estético y compositivo sino que alteró de tal modo el equilibrio tensional de la estructura del crucero que estuvo casi a punto, de no haberse intervenido a tiempo, de haber acarreado el hundimiento de ese núcleo central del edificio.
La pasarela en sí misma estaba en absoluta situación de precariedad. Construida con armazón de madera, la cubrición se había desvencijado dejando abatidas sus armaduras. Quedan también en evidencia en la imagen, por otro lado, los destrozos que se habían producido en la cubierta del ábside central.
En la fotografía del conjunto de la cabecera que se exhibe más arriba (Foto 01) se aprecia además parte de ese cuerpo de campanas encaramado sobre el cimborrio, la sacristía adosada al hastial meridional del transepto, y una parte de la capilla del lado opuesto que aparece por la derecha de la imagen, constatándose asimismo el mal estado de la sillería de los zócalos de los ábsides.


Foto 02

Vista meridional del templo que aporta una elocuente descripción del trance en el que se encontraba éste. Se aprecia, al igual que en la foto 01, el campanario que gravita sobre el cimborrio; también se muestra en primer plano a la derecha la sacristía que «...es modernísima; tiene sus muros de tierra con machos y verdugadas de ladrillo...», según descripción del propio M. Aníbal Álvarez, que sólo dejaba libre la ventana superior del hastial del transepto y que se hallaba prácticamente arruinada. A la izquierda se ve parcialmente uno de los husillos que flanquean la fachada occidental de la iglesia, en concreto el del vértice suroccidental. Su opuesto había permanecido intacto hasta entonces, pero éste quedó semiderruido en 1415 durante una de las revueltas que venían produciéndose con lamentable frecuencia en el barrio de san Martín. Es de notar el tejado que cubre a dos aguas el conjunto de las tres naves; sus cerchas apoyaban en durmientes soportados por pies derechos de rollizo que descansaban en el muro exterior. La cubierta primitiva era, como lo es ahora, más elevada y a doble vertiente para la nave central, y de faldones más bajos y de pendiente única para las naves laterales, pero en una de las reformas sufridas por este templo se había realzado la línea de cumbrera hasta tapar parcialmente una de las ventanas del cimborrio y se había prolongado el tejado de la nave central sobre las laterales, con lo que su borde quedaba sobreelevado con relación a las antiguas cornisas. La zona próxima al cimborrio estaba hundida, como se puede apreciar en la fotografía. En cuanto al muro de fachada presentaba su paramento exterior muy maltrecho, mantenía tres ventanas bastante deterioradas y casi había desaparecido la portada. Quedaba de ésta un arimez de poco relieve cuyo tejaroz parece haber sido estragado intencionadamente y no por ruina accidental, un arco cegado con su chambrana aún visible y un hueco ventanal practicado en el cerramiento de la antigua portada. La ventana central había perdido los fustes de sus columnillas y aún permanecía semitapiada y con restos de un tejado incrustado en ella que denotaba, unido ello al recrecido de sillarejo de esa zona del muro, la antigua existencia de alguna construcción o cobertizo adosado.


Foto 03

Si bien del aspecto exterior de san Martín anterior a la restauración se tenía noticia gráfica por alguna fotografía de la época o por algún grabado como el famoso de Parcerisa, del interior no me consta que existan imágenes, por lo que las que aquí se presentan no sólo son inéditas sino probablemente únicas.
Esta fotografía, como se ve, muestra la arquería derecha de la nave central y, al igual que la siguiente (Foto 04), debió estar hecha sin duda desde el coro que existía a los pies de la nave. Se distinguen con cierta claridad algunos de los capiteles tanto de los arcos fajones como de los formeros y, en cuanto al mobiliario, también aparece el ambón con su tornavoz característico. Pero lo que realmente llama la atención es la nervadura de la bóveda central. Como puede constatarse en la imagen, de cada uno de los ángulos que forman los cimacios de los capiteles con la imposta parte un haz de triples nervios y otros dos dobles de los trechos intermedios de esa imposta; todos ellos confluyen en un botón central en la clave del respectivo tramo. Apoyan en modillones intercalados en la moldura taqueada. A pesar de esta evidencia nadie que yo sepa ha mencionado nunca la existencia de esta tracería impropia de la época en que se erigió el templo y que cabe suponer que fue añadida en un momento muy posterior. El propio M. Aníbal Álvarez al describir la iglesia dice: «Las naves de la Iglesia son tres en sentido longitudinal y en cañón seguido» sin mencionar la existencia de tales nervios. Se observa también que la bóveda estaba perforada en su segundo tramo por un ventanal que, dada la disposición de la cubierta, abría a la nave lateral contigua y no al exterior.


Foto 04

Esta es la arquería izquierda de la nave central en una imagen tomada, como la anterior, desde el coro trasero. Hay que advertir en primer lugar que los pilares correspondientes a los arcos torales aparecen alabeados en la fotografía, pero que este efecto no se corresponde con la realidad sino que es producto del mal estado de la emulsión de la placa fotográfica que se encuentra desprendida por esa zona y no fue dado escanearla mejor. Por lo demás admite los mismos comentarios que la fotografía precedente en cuanto a las nervaduras, capiteles, etc. Al fondo se muestra parcialmente la capilla mayor con un retablo que a Gaspar de Jovellanos le pareció «pésimo» en la visita que efectuó en 1791.


Foto 05

Por la elevación y el campo que abarca la adjunta fotografía parece que está hecha desde el púlpito. Se capta en ella en el centro y en primer plano la pilastra que soporta los arcos torales del presbiterio y del brazo norte del transepto. En relación con el primero de estos arcos, el triunfal, afirma M. Aníbal Álvarez que «está sostenido por ménsulas en vez de columnas», que existe «una inscripción de letra gótica tallada sobre el frente de este arco» y que es todo «de colores muy chillones». Como se puede apreciar, el capitel del arco triunfal estaba bárbaramente destrozado y cubierto por un revoco pintado y parcialmente desprendido; descargaba sobre una ménsula que parece ser un residuo del segmento superior del primitivo fuste. De la inscripción del arco triunfal alcanza a leerse en la foto: «Domine quis habitabit in tabern(aculo)...»; por otra parte, como puede comprobarse por la fotografía siguiente (Foto 06) el texto acaba con las palabras «et Johel». Todo indica que se trata de una inscripción de inspiración bíblica dedicando la capilla mayor «Al Señor que habitó en el tabernáculo ... y Joel». Esto contradice la exposición que se hace en la prestigiosa Enciclopedia del Románico de la Fundación Santa María la Real en la que se afirma: «Durante el proceso de restauración del templo, a comienzos del presente siglo se perdió el resto de una inscripción moderna, grabada sobre las dovelas del arco triunfal del ábside mayor y que conocemos gracias a Jovellanos: ...ESTA CAPILLA DEL MILAGRO EL VIZCONDE DON JUAN VIVERO, FIJO DE LUIS PEREA DE VI(vero)...». A la izquierda, al fondo del transepto, se abría una capilla gótica con acceso bajo arco carpanel en la que se encontraba «una puertecita de tan reducidas dimensiones, que apenas permite el paso de un hombre y que comunica con la torre de planta poligonal», según M. Aníbal Álvarez.


Foto 06

Lo que trasmite esta fotografía es puro dramatismo. Muestra la pilastra del vértice sureste del crucero en la que cargan los arcos torales del presbiterio y del brazo meridional del transepto. El cimacio del capitel está fragmentado por el esfuerzo que soporta, el propio capitel está partido por la mitad y el fuste ha estallado materialmente colapsado por la fatiga a una compresión que supera su capacidad resistente. Estos y otros signos de ruina que se advierten en la imagen fueron determinantes para que se diera en su día la voz de alarma por la precariedad de todo la edificación. La responsabilidad hubo de ser asignada al campanario levantado inconscientemente sobre el cimborrio románico. Se aprecia también el extremo derecho del arco triunfal descansando sobre una ménsula cónica invertida con interposición de un prisma guarnecido y pintado sustitutorio del primitivo capitel.
La emulsión de la placa fotográfica está alterada en la zona derecha y nos ha privado de la visión de la cabecera de la nave lateral.


Foto 07

De nuevo en el exterior, también aquí se pone de manifiesto el estado de deterioro y ruina. A la izquierda aparece la sacristía entestada en el ábside de la epístola luciendo una inquietante grieta oblicua. El ábside estaba parcialmente oculto y alterado por ese cuerpo parásito y presentaba frontalmente una ventana casi cegada, lo que seguramente estaba impidiendo (no hay mal que por bien no venga) un mayor desplazamiento hacia abajo de las claves de ambas roscas del arco y con ellas de la parte de muro y cornisa que se alzaban por encima, todo muy agrietado e instable.


Foto 08

La presente fotografía es muy parecida a la anterior con un encuadre más ajustado a la ventana lateral derecha del ábside meridional. El hueco primitivo había quedado reducido a un ventanuco insignificante, observándose además la pérdida de la imposta ajedrezada inferior que corría por la base del vano.

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Necesidad de la restauración


Con lo expuesto hasta aquí sobre el estado en que se encontraba la iglesia de san Martín antes de que se acometiese su restauración sería suficiente para justificar la necesidad de una indemorable intervención que detuviera el proceso ruinoso en que estaba inmerso el edificio y le devolviera a una situación de dignidad arquitectónica propia de un monumento de categoría y origen regio. En añadidura a esto no son pocos los testimonios que se conocen de quienes constataron el abandono y deterioro que sufría tan augusto templo y pidieron atención hacia él.

Ya Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España, Volumen VIII (1847), se refiere a las iglesias de Frómista diciendo: «La de san Martín que fue priorato y antes monasterio de Benedictinos, consta asimismo de 3 naves de arquitectura menos elegante que las otras, pero más antigua y costosa; sus altares carecen de todo mérito, y las bóvedas se hallan en estado ruinoso ...». Tal era así que en 1874 hubo que suspender el culto y cerrar la iglesia porque no ofrecía garantías. A partir de aquí fueron muchos los escritos que se cursaron por parte de los responsables del templo hacia el obispo de Palencia y autoridades competentes solicitando medidas urgentes de mantenimiento.
En 1894, en el informe emitido por la Comisión de Monumentos de Palencia en solicitud de declaración de Monumento Nacional al que se ha hecho mención más arriba se puede leer: «Sobre él (el crucero) se levanta la cúpula de idéntica estructura que el grupo absidal, aunque por desgracia, abatida y maltrecha por un segundo cuerpo que sirve de torre ... Honda pena produce esta atrevida profanación que, sobre romper la uniformidad del monumento, ha quebrantado su solidez, produciendo el desplome de la pared del mediodía, correspondiente a la nave del Evangelio, el agrietamiento de la cúpula y de una de las pechinas y la fractura de la bóveda central en la extensión correspondiente a dos pilares». Un año más tarde, en 1895, publica Simón Nieto «Los Antiguos Campos Góticos» y dedica al templo de san Martín este comentario: «Una torre levantada en el siglo XV sobre el crucero ha determinado la ruina del templo, cerrado al culto hace veinte años, la fractura de la bóveda central de arcos fajones y la desviación de uno de sus pilares; pero las naves laterales resisten todavía...».
Por fin, el 13 de noviembre de 1894 es declarado el templo Monumento Histórico-Artístico. Inmediatamente se encomiendan a Manuel Aníbal Álvarez Amoroso, por entonces catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de Madrid, los estudios técnicos y propuestas pertinentes para salvar su maltrecha fábrica. El arquitecto realizó dos visitas a Frómista para la inspección, toma de datos y valoración de las acciones a poner en ejecución: la primera el 28 de febrero de 1895, y la segunda el 14 de abril del mismo año. De toda la información que obtuvo y que dejó plasmada en la memoria del primer proyecto fchado en Madrid el 28 de septiembre de 1895 cabe extraer algunas citas que llevan al convencimiento de lo que se trata aquí, la necesidad perentoria de una intervención arquitectónica:

Sobre el aparejo de la sillería en general: «... las juntas discontinuas de las piedras, a poco más o menos encontradas, salvo algunos trozos que la continuidad de éstas ha dado origen a grietas de consideración».
Al tratar de los capiteles: «En general se presentan en buen estado; sólo hemos observado en el capitel del lado del ábside en el arco toral de la derecha de la nave transversal grandes hendiduras o rajas».
En relación con la fachada derecha: «Esta fachada es la que está en peor estado de conservación...».
En cuanto a la sacristía y a las construcciones adosadas al imafronte: «...la Sacristía cuyo estado de miseria y de ruina es aún mayor que el que presenta el plano»; y en otro lugar: «la sacristía se halla en inminente ruina así como las capillas agregadas a la entrada de la Iglesia. Estas dos partes se hallan parcialmente derruidas y amenazando por momentos caerse totalmente».
De la bóveda del crucero: «La bóveda esférica sobre el crucero se encuentra deformada y el muro que la sostiene abierto por dos partes, sobre todo en el lado izquierdo mirando al altar mayor; encima de la trompa y cogiendo parte de ella existe una gran grieta de 14 centímetros de ancho. Las demás trompas, aunque algo agrietadas, están en mejor estado»; y también en relación con esta bóveda: «Las campanas están suspendidas de una viga horizontal que apoya sus extremos en los muros y descansa su punto medio en un pie derecho que a su vez lo hace sobre un durmiente colocado directamente sobre la bóveda esférica».
Con referencia a los ábsides: «Los ábsides, también agrietados pero no de consideración y algunas de las dovelas de las ventanas se han desprendido...».
Y con respecto a los arcos fajones y sus soportes: «...los arcos fajones de esta nave (la central) también deformados y abiertos por sus claves y contraclaves; la nave de la derecha hállase deformada aún más que la central e igualmente sus arcos fajones, si bien las grietas no son de tanta consideración. Los muros de estas naves tienen un desplome de consideración; en la de la derecha en la parte de la fachada y en su arista de encuentro con la torrecilla circular es de 24 centímetros para una altura de 6,10 metros; en la arista de la derecha de la puerta, 39 centímetros y en la del encuentro con la Sacristía en la misma fachada, 32. Las columnas de la derecha de la nave central tienen un desplome de 19 centímetros en el pilar del crucero y de 26 en el penúltimo para una altura desde el suelo hasta el capitel de 7,17 metros».

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La restauración


Como se acaba de indicar, M. Aníbal Álvarez redactó un primer proyecto firmado el 28 de septiembre de 1895 en el que propuso una serie de medios para evitar la ruina del edificio, reflexionando sobre la posibilidad de efectuar un apeo general acompañado de un recalzo de la cimentación de la parte de la derecha para disponer después un sistema eficaz de contrafuertes, todo esto en el caso de que lo que se pretendiese fuese conservar el edificio tal como estaba.

Pero desistió de este plan por una doble razón: por una parte, por el indeseable resultado «anti-artístico» al que conduciría una solución a base de grandes contrafuertes (quizás tenía en mente la colegiata de Santa María la Real de Sar, en Santiago de Compostela, u otros ejemplos parecidos); y por otra, porque «lo que se nos pide son los medios necesarios para llegar en su día a una restauración» que devolviese a la iglesia su aspecto primitivo, y lo oportuno en tales condiciones sería la reconstrucción de las partes en ruina inminente. Con tales miras propone en resumen lo siguiente:

  1. Apear las naves central y lateral derecha con sus respectivos ábsides y zunchar el cimborrio original.
  2. Desmontar las campanas y derribar el cuerpo que las alojaba. Demoler la sacristía que estaba en ruina inminente ya que su caida podía afectar a la iglesia, y demoler asimismo los añadidos al pie del templo por idéntica razón.
  3. «Descargar todas las bóvedas de la tierra y broza que existe sobre ellas para quitar peso, humedades y otras causas de destrucción».
  4. Arreglar los tejados sin variar la forma que tenían entonces y derribar el pórtico de la fachada norte «...por ser moderno y no tener por el momento más utilidad que el albergar gitanos...».
Los hechos dieron la razón al arquitecto en su presagio de ruina inminente de algunas partes del edificio pues a finales de ese mismo año de 1895, recién presentado el proyecto para su aprobación, se vinieron abajo de forma súbita todas las dependencias situadas en el costado occidental -pórtico, almacenes, coro y demás- quedando como se recoge muy expresivamente en la maqueta que se exhibe actualmente en la propia iglesia. En tal estado de cosas hizo una visita a Frómista acompañado por el también arquitecto y académico Salces quien redactó un informe a la superioridad dando cuenta de la situación, lo que determinó la autorización inmediata para proceder a las demoliciones y reparaciones que la urgencia demandase a criterio del restaurador.

El 5 de octubre de 1896 concluyó y firmó un segundo proyecto en el que daba cuenta de las actuaciones que se están llevando a efecto, consistentes en «la demolición de las construcciones modernas que gravitaban sobre las antiguas, así como las de las bóvedas central y lateral derecha y parte de la cúpula, que eran las que presentaban más inminente ruina». Proponía ir acometiendo la reedificación de forma simultánea a los derribos «para tener siempre a la vista un modelo en lo antiguo de lo que se reconstruya» y por el ahorro que supondría utilizar para ambas cosas los mismos andamios, cimbras y camones.

Las diecisiete fotografías que se presentan a continuación no están datadas pero fueron realizadas por M. Aníbal Álvarez en el transcurso de la primera y más prolongada fase de las obras, es decir entre 1896 y 1903. A través de ellas se puede ir siguiendo la evolución de los trabajos.


Foto 09

Recoge esta fotografía la ventana de la cara occidental del cimborrio. Debió ser tomada en 1896, antes de que se desmontara este cuerpo pero cuando ya se habían instalado los andamiajes necesarios para acceder a la cubierta de la nave central. Si se compara esta imagen con la de la Foto 02 se apreciará que el faldón meridional de la cubierta semiderruida cortaba diagonalmente la ventana, de lo que quedan huellas que se manifiestan en el extremo roto de la chambrana, en los desperfectos sufridos por la imposta y el capitel izquierdo y por los restos que aún se ven adheridos a la vidriera. En primer plano un madero perteneciente a uno de los cuchillos de la armadura, seguramente un puente o un tirante, y mucha tierra acumulada sobre la bóveda. Son de notar también las grietas verticales que se abren en el muro, una a la izquierda de la ventana y otra menos visible pero más larga en las proximidades de la arista.


Foto 10

Este es el fondo de la nave central en una fotografía que hubo de ser realizada en 1896, después de que a finales del año anterior se hundiesen todas las construcciones que cerraban la iglesia por ese frente. Se ven en la imagen los restos del derrumbe que se llevó consigo parte de la bóveda. El capitel que aparece en el centro es el 42 del esquema numerado de planta, el mismo que se ve en la Foto 04 como primero de los de la izquierda. Aquella foto se había tomado un año antes cuando todavía el coro estaba en pie.


Foto 11

Lo que aquí se ve es el capitel 32 del esquema numerado de planta que pertenece a la arquería izquierda de la nave central. La fotografía presenta indicios de haberse realizado al tiempo que las dos anteriores, en 1896, ya que la bóveda de esta nave estaba todavía sin desmontar pero ya se habían dispuesto medios para subir hasta una altura tal que permitió captar esa imagen a su mismo nivel. Seguramente se hizo desde el mismo punto que la foto anterior. La línea curva que atraviesa toda la imagen y distorsiona el capitel es un defecto de la placa fotográfica que no se corresponde con la realidad.


Foto 12

Capitel 28 del esquema numerado de planta visto desde su misma altura lo que supone haber dispuesto de un andamiaje adecuado. Debió ser el que sirvió para desmontar la bóveda y el propio muro al que estaba adosada esa columna, si bien en el momento de realizarse la fotografía, en 1896 con toda seguridad, no se había derribado éste y la bóveda sólo parcialmente, pues aunque penetra por arriba la luz solar todavía se mantenía al menos el salmer del arco y las primeras hiladas de la bóveda.


Foto 13

El capitel fotografiado aquí es el 48 del esquema numerado de planta visto desde el interior del templo. En el momento en que se obtuvo la fotografía estaba en fase de desmontaje como todo el muro meridional. Las hiladas del muro que trasdosaban el capitel ya se habían retirado por lo que éste quedaba encaramado en la columna y exento teniendo por fondo la población de Frómista. Se aprecia a la derecha la rosca externa del arco de la ventana próxima que no se había desmantelado todavía aunque sí el muro circundante.


Foto 14

Para situar esta fotografía basta observar que el capitel que se ve casi completo arriba a la izquierda es el 37 del esquema numerado de planta, y que el que se aprecia solo en parte en primer plano es el 27. Así pues, el punto de vista estaría posicionado bajo el arco definido por las apoyos 16 y 18, aunque el arco no existía materialmente en ese momento. En efecto, por las luces y las sombras que se proyectan en la imagen se deduce que el muro que constituía la fachada sur que es el que se desmontó por completo ya se había desarmado, así como las bóvedas de la nave central y lateral sur. Quedaba en pie la arquería que delimitaba ambas naves, en una de cuyas pilastras se nota la ausencia del fuste (el 27 del esquema numerado de planta) del que sólo se había dejado el tambor superior apoyado sobre una ménsula, subsistiendo además la basa y el capitel. El primer tramo de la nave central se estaba utilizando para amontonar de momento tierra y escombro procedentes de la demolición de las partes altas.


Foto 15

Aquí se contempla el capitel 44 del esquema numerado de planta en un momento en el que ya se habían desmontado completamente las dos bóvedas que cargaban sobre esa arquería, apareciendo el muro enrasado por encima de la imposta y perfilado contra el cielo limpio y soleado.


Foto 16

Una jornada normal en la obra cuyo tajo se encontraba en ese momento a los pies de la nave lateral derecha. La fotografía está tomada desde el exterior al no existir el muro de fachada meridional demolido en su totalidad. A la izquierda se aprecia el cubo o husillo del ángulo suroccidental cuya parte baja todavía quedaba en pie. Las dependencias que cerraban la iglesia por la cara occidental se habían derrumbado por sí solas quedando los machones en que enjarjaban las arquerías longitudinales y, como se ve en la imagen, un arco rebajado que cubría un hueco de acceso a la nave lateral y que de momento servía para trabar las fábricas que no sucumbieron. El último arco formero, el definido por las columnas 45-50 del esquema numerado de planta, se encontraba apeado con doble cimbra pues era el que más había podido sufrir con la ruina de las construcciones próximas. No es que se estuviera rehaciendo el arco pues toda la fábrica, incluidos fustes y demás, permanecía encalada y sin ningún tratamiento. Sobre el terreno, en primer plano, se observa que ya se había dado fin a la nueva cimentación del muro meridional y que se estaban disponiendo sobre su lecho enrasado los grandes sillares de piedra blanca que nos advierten que toda esa fábrica ha sido repuesta «ex novo». Se ven también las camillas de replanteo propias de una construcción que arranca desde el suelo.


Foto 17

Esta fotografía y la Foto 15 son coincidentes en el contenido y en el punto de vista desde el que están tomadas pero no en el tiempo pues media entre ellas algo más de un año. Se trata del capitel 44 del esquema numerado de planta que se estaba montando de nuevo. Esa columna era, además de la pilastra toral, la única que estaba algo desplomada de esa arquería por lo que hubo de ser reconstruida.


Foto 18

Se trata del mismo capitel visto en la Foto 13, el 48 del esquema numerado de planta pero cuando ya había transcurrido un tiempo y se había vuelto a levantar el cerramiento meridional. La bóveda debía estar casi completa pero a falta del tramo final vinculado a las torrecillas y a la fachada occidental que es lo último que se hizo, de ahí que se aprecie que el capitel estaba recibiendo la luz solar directa del atardecer. Como casi todas las demás, esta fotografía está realizada a la misma altura del capitel ya que el arquitecto restaurador tuvo la oportunidad, que no le es dada hoy al visitante, de encaramarse a los andamios para obtener el mejor punto de vista. Puede observarse por comparación con la Foto 13 que el cimacio había sido reconstruido.


Foto 19

Una vista parcial de la fachada sur con la portada de acceso a la nave lateral sobre el exiguo arimez y las dos ventanas que la flanquean. Luce sobre la portada el tejaroz que había sido destruido en algún momento de su historia, y por encima las dos alineaciones de cornisas cuajadas de canecillos. Hay dos cosas que llaman la atención: una, la imposta lisa que corre por la base de las ventanas y que hoy es ajedrezada como todas las demás, lo que indica que se montó en bruto para ser tallada con posterioridad «in situ»; la otra, la portada formada exclusivamente por el arco externo y su chambrana, pues como se verá luego al hablar del tercer proyecto de 1901 se reconstruyó inicialmente como se la había encontrado y se decidió en aquel momento reducir ese gran hueco con dos roscas más sobre jambas y cerrarlo con puertas de madera. En cuanto a la labra de la imposta, se efectuó en el último momento ya en abril de 1904 cuando la obra estaba prácticamente acabada, pues en la Foto 27 tomada en esa fecha se aprecia que se estaba trabajando en su tallado.


Foto 20

Ante la fachada sur se fueron acopiando los materiales desmontados, capiteles, canecillos, et., para su reinstalación posterior. En esta fotografía se ve en primer plano el capitel derecho de la ventana central del ábside principal. A su izquierda un canecillo, y al fondo la iglesia cuya cubierta sobre la nave central se hallaba sin concluir en la zona de unión con el hastial occidental. El husillo del lado meridional también está falto de remate y envuelto en andamiajes.


Foto 21

Canecillos desmontados a la espera de ser recolocados. El de la izquierda pertenece al ábside de la epístola y el otro al cimborrio, partes estas de la construcción que se hallaban sin rematar en ese momento. Al fondo se ve la fachada sur de la iglesia.


Foto 22

Un conjunto de piezas apiladas y pendientes, como las vistas en las dos fotografías anteriores, de ser reisntaladas en sus lugares respectivos. Se ven arriba dos basas, bajo ellas un capitel de entrelazos que es el que se alza sobre la columna del ábside meridional, otro figurativo que pertenece a la columna del ábside norte, una máscara y otro capitel de mayor tamaño, abajo, que corresponde a una de las columnas del ábside central. Está claro que en el momento de realizarse esta fotografía estaban sin ejecutar las cornisas y cubiertas de toda la cabecera.


Foto 23

Ya iniciado el siglo XX se realizaban en la iglesia labores de remate de las cubiertas de la nave central y del cimborrio como se aprecia en esta fotografía del conjunto tomada desde la zona norte. Una empalizada rodeaba y protegía el recinto de las obras. En relación con lo mencionado en el comentario a la Foto 19 con respecto a la imposta lisa que luego se convirtió en taqueada como la vemos hoy, puede verse este detalle del hastial del transepto en el que se aprecia lo dicho. La moldura de la fachada de la nave se ve taqueada porque ese muro no se tocó en la restauración, mientras que el de cerramiento de la cara norte del transepto se rehizo por completo una vez derribada la capilla que daba continuidad al transepto por ese lado.


Foto 24

Una fotografía realizada desde la misma posición y casi en el mismo momento que la anterior de la que no diferiría si no fuera porque se ven los obreros en distinta actitud en una y otra. Al estar realizada por el lado norte, y por tanto a contraluz, ha quedado la imagen bastante oscura y sin detalle.


Foto 25

Por fin, a título curioso, un rebaño con su perro pastor en primer plano que debió llamar la atención de M. Aníbal Álvarez. La iglesia asoma al fondo percibiéndose sólo el ábside principal y pudiéndose constatar que el cimborio y el hastial del transepto no estaban reconstruidos. Una señal informa de por dónde ir a Carrión.

Hubo un tercer proyecto fechado el 9 de diciembre de 1901. Exponía el arquitecto en él que tenía por objeto ejecutar algunas unidades de obra necesarias para dotar de funcionalidad total al edificio con miras a su destino al culto activo, pues lo hecho hasta entonces sólo pretendía la reconstrucción de la obra arquitectónica desnuda. Así, habría que abordar partidas como «Portada de la fachada de la derecha, comprendiéndose bajo este epígrafe la parte de construcción de piedra necesaria a reducir el arco que existía y que se ha reedificado y las puertas de madera con su herraje correspondiente». A esto es a lo que se hacía referencia en el comentario de la Foto 19 donde se veía una gran abertura bajo arco sin ningún dispositivo de cierre. También propone «Restaurar la fachada principal», es decir, la occidental, que había desaparecido al construirse en época posterior las dependencias que luego se derrumbaron por sí solas. Al no conocerse cómo había sido aquella fachada pretende limitarse «a hacer la portada por el estilo de la proyectada en la fachada lateral derecha, por el estilo también, aunque más sencilla, que la existente en la fachada lateral izquierda acompañándola de dos contrafuertes de los cuales existen vestigios que se pueden ver en el estado actual». Por otro lado «Es de absoluta necesidad para restablecer el culto colocar vidrieras en sus ventanas y éstas las proyectamos con vidrios viejos si se encuentran o si no con vidrio nuevo del llamado catedral». Faltaría además una mesa de altar, el pavimento de la iglesia y construir una acera de 0,90 m. de ancho para evitar humedades en el interior.

Realizado todo esto, la iglesia de san Martín de Frómista estuvo lista para su solemne inauguración que se celebró el 11 de noviembre de 1904. Previamente, en un frío día abril de ese mismo año, M. Aníbal Álvarez tomó las dos últimas fotografías de su obra ya terminada aunque a falta de algún detalle. Estas dos placas sí están rotuladas sobre el vidrio por su autor con la leyenda «Frómista Abril de 1904».


Foto 26

Esta imagen tomada como se acaba de decir en abril de 1904 refleja el estado casi final de la obra vista por su fachada norte. Ya ha desaparecido el vallado del recinto y quedan pocos restos sobre el terreno de la anterior actividad. A pesar de lo primaveral de la fecha se aprecia la nevada que había caído sobre la meseta palentina.


Foto 27

El templo visto desde el ángulo suroccidental denota que el grueso de las obras comprendidas en el proyecto de 1901 se habían completado ya. La fachada que el arquitecto llamaba «principal», es decir, el imafronte estaba acabada tanto en lo que se refiere a la portada como a los contrafuertes, y de igual modo la portada meridional exibía aquí las roscas interiores del arco ya dispuestas. En el terreno de este lado, en el que se había desarrollado casi toda la labor de cantería, quedaban piedras y restos de sillares dispersos, cimbras apiladas y otros materiales, y sobre el tejado aún se ve una escalera. Es de notar un detalle curioso: a continuación del husillo sobre la fachada sur se ve un pequeño andamiaje sobre borriquetas indicativo de que se estaba llevando a cabo alguna tarea sobre esa parte del lienzo exterior. Pues bien, en esta ampliación puede observarse, aunque con alguna dificultad por la mala calidad de la fotografía, que la imposta que queda por encima de la plataforma está tallada con sus correspondientes tacos y el resto hacia la derecha todavía no. Esto confirma lo dicho en los comentarios de la fotos 19 y 23 sobre la colocación en un primer momento de la moldura de imposta como un simple filete en bruto que estaba siendo labrada «in situ» precisamente en estas fechas de abril de 1904.

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Críticas a la restauración


Valorar una restauración como la presente es algo que entra dentro de lo subjetivo por lo que me expresaré en primera persona admitiendo que lo que sigue no es sino un juicio u opinión personal. Los gustos, los criterios y las tendencias varían con el tiempo, y dentro de unos y otros los hay más radicales o más tolerantes. Cabría defender pronunciamientos que irían desde la visión más ultra de los planteamientos de Viollet-le-Duc, que consistiría en restaurar el edificio no ya para devolverlo a su estado primigenio tal como fue concebido y realizado por primera vez, sino para recrearlo tal como debería haber sido conforme a los cánones estilísticos ideales, es decir, como el arquitecto de hoy lo hubiera proyectado si le hubieran encargado la obra en el siglo XI, hasta la posición más extrema del evolucionismo arquitectónico, para cuyos adeptos el edificio es intangible pues su situación actual es fruto del devenir natural, hasta el punto de que -admítaseme el esperpento- si un templo se ha convertido en corral hay que conservarlo así por respeto a la secuencia histórica.

Con independencia de todo eso, creo que lo que se hizo fue ni más ni menos lo que se debió de hacer y, por supuesto, lo que al arquitecto le habían pedido. Recordemos: La iglesia había sido clausurada veinte años antes por no ofrecer garantías de seguridad para los feligreses. La bóveda de la nave central estaba abierta a lo largo de los dos primeros tramos y amenazaba con desmoronarse. La bóveda del cimborrio se había deformado, una de las trompas que la soportaban se había rajado y la pilastra correspondiente en la que cargaban dos arcos torales se encontraba a punto de colapso con su fuste reventado y el capitel y su cimacio partidos en varios trozos. El muro de cerramiento meridional se hallaba agrietado y con considerables desplomes por giro del propio muro y de su plano de cimentación. Varias pilastras de la arquería de separación de las naves central y derecha también acusaban importantes desplomes. Todo lo anterior estaba siendo provocado por la intolerable sobrecarga del cuerpo de campanas añadido sobre el cimborrio. La sacristía amenazaba ruina inminente, así como las dependencias anexionadas a los pies de la iglesia que no hubo oportunidad de derribar pues se vinieron abajo de forma espontánea, lo que le hubiera pasado en breve a la propia sacristía. Por su parte, la pasarela que unía la torre exterior y la del campanario se encontraba desvencijada.

¿Qué cabía hacer en tal estado de cosas? Demoler la torre-campanario origen de casi todos los problemas estructurales; desmontar la pasarela que ya no tendría dónde apoyar y carecía de funcionalidad; derribar la sacristía antes de que se cayera y arrastrara tras de sí otras partes del edificio principal; desescombrar las construcciones que se habían derrumbado sin necesidad de intervención; recalzar la cimentación del muro exterior de la nave sur y reconstruir este muro; y desmontar las pilastras desplomadas de la arquería derecha de la nave central volviendo a levantarlas a plomo. Lo único que podría haberse salvado atendiendo a meras consideraciones de estabilidad estructural sería la torre poligonal exterior que ahora carecía de razón de ser pues no proporcionaba acceso a nada y que tenía más aspecto de chimenea fabril que de construcción religiosa, y la capilla desde la que se pasaba a la torre que era un postizo de mezquina arquitectura. El derribo de estos dos elemento, el único debido a una decisión voluntaria y no forzosa como el de todo lo demás, no es de lamentar tanto como lo hace Pedro Navascués para quien la ruinosa iglesia y sus destartaladas adiciones parásitas tal como se encontraban antes de la restauración merecerían el calificativo de «aquel rico conjunto». (Como anécdota, el mencionado profesor de Historia del Arte de la Escuela de Arquitectura de Madrid -nunca fui alumno suyo en mis lejanos años escolares- afirma tal cosa en un artículo que lleva por título «El neorománico de Frómista» publicado en la revista «Conocer el Arte» [nº 5, julio de 1989] ilustrando su texto con una imagen adulterada de la iglesia de san Martín en la que aparece la fachada meridional al norte y la septentrional al sur. Aunque es conocido por sus acerbas críticas hacia la obra restauradora de Manuel Aníbal Álvarez [ver San Juan de Baños] no lo juzgo capaz de hacer eso por rencor sino más bien por un impulso del subconsciente animado por la falta de estima hacia este venerable templo o, aún más probable, por un simple y disculpable error. En fin... nadie es perfecto).

Si puede ser discutible el empleo que se hizo de la piqueta demoledora parece que lo es menos el uso que se dio a la paleta constructora. El hundimiento de todo el bloque de capillas, almacenes, coro y trascoro adosado al costado occidental del templo lo dejó abierto por ese lado pues su muro de cerramiento se había desmantelado con ocasión de la construcción de aquellas nuevas dependencias. Fue de imperiosa necesidad reconstruir toda esa fachada, incluida la portada que se sospechaba que había existido aunque no se supiera cómo era, e incluidos también los contrafuertes de los que el arquitecto sí encontró vestigios de su pasada presencia. Otro tanto cabe decir de los dos hastiales del transepto de los que se tenía alguna mayor información pues no estaban totalmente ocultos por la sacristía y la capilla gótica respectivamente. Los elementos desmontados, como el muro meridional o la torrecilla de ese lado, se volvieron a levantar tal cual eran, y aunque hubieron de reemplazarse una serie de sillares u otras piezas, se reutilizaron los mismos capiteles de ventanas y columnas absidales y los mismos canecillos, salvo los que se habían perdido con anterioridad y hubo que rehacer.

Los detractores de la actuación llevada a cabo por M. Aníbal Álvarez en Frómista citan indefectiblemente a Manuel Gómez Moreno quien en 1934 se expresaba así: «Se desmontó y rehizo desde sus cimientos toda la iglesia, excepto la nave lateral de hacia el norte con su torrecilla, reponiendo en su sitio antiguo los elementos estructurales. Es nuevo el hastial de poniente, en su tramo medial íntegro, donde no parece seguro que hubiese puerta; lo son, asimismo, el cuerpo alto de la torrecilla de hacia el SO., las arquivoltas interiores y tejado de la portada meridional, que además fue remetida; dos contrafuertes a la cabeza del crucero, y el subir hasta lo alto los otros dos; el hastial íntegro del mismo, hacia el N., donde entestaba una capilla gótica, y todas las ventanas del meridional, donde hay una portadilla que no es primitiva. Fueron renovados hasta 86 modillones, muchos trozos de cornisa, 11 capiteles, 46 basas y 12 cimacios, copiando y completando lo antiguo con más o menos acierto». Desconozco las fuentes de información que utilizó el reputado investigador treinta años después de haberse concluido la restauración pero advierto algunas inexactitudes, la más ostensible en lo que se refiere a la reedificación de casi toda la iglesia desde sus cimientos. En todo caso no trato de rebatir sus afirmaciones que tampoco distan mucho de la realidad sino de dar una interpretación diferente a la cuantificación de los elementos renovados. Los negativistas ven en ello lo mucho que se renovó: 11 capiteles, 12 cimacios, ...; pero con una visión más positiva habría que admirar lo poco que se cambió: sólo 11 capiteles de los 96 existentes, sólo 12 cimacios de esos mismos 96, tan sólo 86 canecillos de 309 que suman en total, es decir, que podemos admirar en san Martín 85 soberbios capiteles auténticos, todos menos uno con sus genuinos cimacios, y 223 canecillos primitivos de la mejor factura, algo que pocos templos románicos pueden ofrecer. A todo ello hay que añadir que en su configuración planimétrica y volumétrica no ha variado un ápice en comparación con la iglesia que doña Munia ordenó construir en el siglo XI. A pesar de todo esto, Navascués no llega a entender «cómo se sigue incluyendo este edificio en los manuales de historia del arte como obra representativa de la arquitectura románica», idea que no comparten los casi 60.000 diletantes que forman el censo de los que acudieron en el año 2011 a visitar el interior de la iglesia, sin contar a cuantos la admiraron desde el exterior y no penetraron en ella.

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ESTADO ACTUAL


Las fachadas | Las portadas | Las ventanas | El cimborrio | Los canecillos | El interior | Capiteles interiores |

Se trata de un templo de planta basilical de tres naves, la central de casi doble anchura que las laterales, y cuatro tramos más otro previo de la misma anchura que la nave principal que forma una nave transversal o transepto cuya dimensión mayor no supera la anchura total del templo, por lo que en planta no se manifiesta al exterior aunque sí en alzado por poseer una altura igual a la de la nave central, mayor por tanto que la de las laterales. En su cruce con la nave principal define un espacio cuadrado o crucero sobre el que se levanta el cimborrio. Todas las naves se cubren con bóvedas de cañón de medio punto. La cabecera es de triple ábside, uno por cada nave longitudinal, cuyas dimensiones se ajustan a las de la nave respectiva, estando precedido el central de un tramo recto presbiteral. Se cubren con bóvedas de horno. La cubrición del crucero se efectúa por medio de un casquete semiesférico montado sobre trompas.

Dispone de cuatro portadas, una en el imafronte, otra en la fachada norte y dos en la sur, la primera de ellas dando acceso directo a la nave lateral y la segunda al brazo meridional del transepto. Al fondo, en los vértices suroccidental y noroccidental se levantan sendas torrecillas o husillos con escaleras de caracol en su interior. Para obtener una correcta iluminación de la iglesia se dispone de tres ventanas en cada una de las fachadas laterales, otras tres en el ábside central y dos en cada ábside menor. Existen además dos pequeños óculos en el hastial occidental y cuatro ventanas más en el cimborrio.

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Las fachadas



Fachada sur

Algo que puede sorprender en esta fachada es la existencia de tres alineaciones de sillares de caliza blanca que por su color destacan sobre el conjunto de la fábrica. Se hizo así por decisión del arquitecto quien en la memoria del segundo proyecto (octubre de 1896) prescribía: «Estas piedras nuevas las emplearemos principalmente ... en las hiladas de fachada siguientes: sobre los cimientos; la anterior a las impostas ajedrezadas de las ventanas; la intermedia a éstas; y la hilada que reposa sobre los arcos de las ventanas que a su vez es la de asiento de la bóveda lateral». Con esto se pretendía identificar los muros que se habían levantado por entero en el transcurso de la restauración, aunque lo cierto es que en la práctica no se hizo exactamente como se había previsto, pues los referidos sillares sólo se emplearon en tres hiladas, y no en cuatro. En la Foto 16 se aprecia cómo se estaban colocando los correspondientes a la primera hilada sobre la cimentación.
Comparando la imagen de la fachada actual con la de la Foto 02 se puede constatar lo que ha cambiado o se ha conservado de la primitiva. El husillo estaba truncado a la altura de la cornisa de la nave lateral y se ha rehecho enteramente a semejanza del del lado opuesto que había permanecido intacto. Las tres ventanas, aunque desmontadas y vueltas a colocar son en esencia las mismas. La imposta que corre por todo el paramento bajo las ventanas es nueva y tallada «in situ», tal como ya se ha comentado al glosar la Foto 19 y la Foto 27. De la portada de acceso a la nave sólo existía el arco envolvente y su chambrana, de forma que las dos roscas interiores y las jambas sobre las que descansan se hicieron nuevas para achicar el hueco y dotarle de puertas. De ella dice M. Aníbal Álvarez que «Merece mencionarse ... no por su importancia, sino por ser la única de la época de la Iglesia, ahora tapiada, y que daba comunicación con la huerta». El tejaroz de esta portada había sido destruido en algún momento anterior y también se rehizo. El arimez no se alteró. La cornisa de la nave lateral se conservaba aunque en mal estado, como todo, teniendo que reconstruirse la cubierta de esa nave, la de la nave central y la cornisa de ésta. No existían, ni los hay ahora, huecos en el muro de la nave central por encima de la lateral. La sacristía derribada no ocultaba por entero el hastial meridional del transepto, cuyo frontón y ventana superior ya eran como lo son ahora. La parte innovada es la inferior. Se abre en ella una portada de arco apuntado que según el arquitecto estaba «colocada en el mismo lado derecho que comunica a la Sacristía» y que aunque es posterior a la época en que se construyó la iglesia tenía «impostas y capiteles de la época». Este muro frontal del transepto viene delimitado por dos contrafuertes que no figuraban en la traza original.


Fachada norte

La fachada septentrional es de similar factura que la opuesta meridional; en ella todo es primitivo a excepción del muro frontal del transepto desaparecido en el siglo XV cuando se adosó a ese costado una capilla gótica derribada durante la restauración. Esta capilla se comunicaba con el brazo norte de la nave transversal mediante un hueco bajo arco carpanel que abarcaba todo el ancho de aquella como ha quedado dicho al comentar la Foto 05. Por eso, la pequeña portada cegada de arco apuntado no es sino una insinuación de lo que pudo haber habido aplicando un criterio de lógica simetría con respecto al hastial opuesto. La imposta que corre por ese paramento y por los contrafuertes que lo delimitan también es nueva y se talló «in situ» como ya se vio en la Foto 23. La portada de este lado comunica con la nave lateral perforando el tercer tramo, a diferencia de lo que sucede en la fachada sur en la que la portada se ubica en el tramo segundo.


Fachada oeste

La fachada occidental está flanqueada por dos husillos, original el de la izquierda y renovado el de la derecha tal como lo indican los sillares de caliza blanca insertados en su fábrica. También se renovó, y así lo confirma este mismo tipo de piedra dispuesta en tres de las hiladas de su paramento, el muro correspondiente a la nave lateral derecha. La portada supuso el arquitecto que debió existir, y de los contrafuertes dice que «existen vestigios que se pueden ver en el estado actual». Se completa la fachada con una ventanita doblada y dos pequeños óculos.
Esta fachada había quedado profundamente alterada por la adición de una serie de dependencias ya comentadas antes que se derrumbaron cuando estaba en vías de tramitación el proyecto de restauración, quedando abierto el templo por este frente tal como se aprecia en la Foto 10 y en la Foto 16.


Fachada este

La fachada oriental que corresponde a la cabecera la forman los tres ábsides, de los que el central es más ancho y alto en correspondencia con las mayores dimensiones de esa nave con respecto a las laterales, y también más avanzado por ir precedido de un tramo recto presbiterial. Cada uno de los ábsides secundarios cuenta con dos calles separadas por una columna de doble orden que llega hasta el alero; en el principal son dos las columnas que delimitan el triple espacio vertical. Como en otras de las fachadas es aquí el muro del ábside meridional el que está marcado con varios sillares de caliza blanca para avisar que esa fábrica ha sido renovada enteramente.
Puede resultar llamativo que tanto la imposta como los cimacios de los capiteles de las ventanas del ábside sur son lisos (ver detalle), mientras que los del correspondiente ábside norte que no se renovó son taqueados (verlo aquí). No ha sido un capricho del restaurador sino un metódico afán de conservar o restituir todo a su forma primitiva, salvo cuando la desaparición previa de un elemento constructivo obligó a recrearlo «ex novo» sin conocimiento exacto de cómo era. En efecto, en este detalle ampliado de la Foto 01 puede observarse, a pesar de la mala calidad de la fotografía, cómo esas molduras también eran originariamente lisas, aunque no parezca existir una razón que justifique tal disparidad.
Las columnas están formadas por un primer tramo que apoya en una basa prismática asentada sobre el suelo y se alza hasta la imposta inferior que envuelve al fuste, y un segundo de menor diámetro sobre basa ática que llega hasta la cornisa con interposición de un capitel. En la siguiente galería de imágenes pueden verse los cuatro capiteles:

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Las portadas


Portada norte

Es la única portada que se conserva íntegramente en su estado primitivo. En época anterior a la restauración general de la iglesia estuvo cubierta por un atrio, siendo este el acceso que utilizaban los fieles para entrar al templo. Se abre en un arimez de poco resalte similar al de la portada sur rematado superiormente por un tejaroz sobre canecillos. El arco es de medio punto de triple arquivolta, la intermedia de bocel sobre columnas encapiteladas y las otras dos lisas de sección recta apoyando sobre jambas. Una chambrana ajedrezada envuelve el arco y se prolonga a uno y otro lado por el paramento del arimez a modo de imposta.
Los capiteles de esta portada se encuentran muy deteriorados por su orientación norte y por no haber sido objeto de ningún tipo de restauración.
En el capitel izquierdo se escenifican dos de los pecados capitales: la lujuria y la avaricia. Sus representaciones son típicas del románico y el lugar elegido para su exhibición también, pues no hay que olvidar que esta portada es la que servía de acceso para los fieles. En la cara externa puede apreciarse el conocido icono de la lujuria en forma de mujer desnuda a la que dos serpientes muerden los pechos. En el ángulo de la cesta se adivina al demonio instigando al pecado. En la cara interna parece distinguirse un hombre, el avaro, de cuyo cuello cuelga una bolsa en la que supuestamente guardaría su tesoro. Se completa la ornamentación de la cesta con caulículos y la del cimacio con veneras en cuyo interior se enmarcan palmetas. En el vértice debió haber habido una bola de forma similar a lo que sucede en el otro capitel pero ha desaparecido.
En la cara externa del capitel derecho se ve una figura humana a lomos de un cuadrúpedo. Aunque se han perdido los detalles, la posición de la cola del animal pasando entre las piernas y extendiéndose por encima del lomo, forma habitual de representar a los leones en la iconografía románica, unido a sus enormes fauces denota que se trata de un león. Por su parte, el que lo monta echado hacia adelante y con el brazo extendido bien pudiera ser Sansón que intenta desquijarar a la fiera. En la cara interna otro personaje cabalga sobre un cuadrúpedo, si bien aquí parece tratarse de un caballero sobre su jumento. Este capitel, adosado al muro por el cimacio pero con la cesta retirada del mismo, tiene tallada una tercera cara en la que puede verse un animal de desproporcionada cabeza y orejas de felino. Caulículos en la parte superior de la cesta y veneras en el cimacio forman el resto de la ornamentación, además de la bola que aquí aún perdura.
Como el resto de esta portada el tejaroz es todo él original. En la siguiente galería de imágenes se muestran detalladamente cada uno de los canecillos que lo soportan:

Portada sur

Una de las novedades que según Gómez Moreno había introducido el restaurador era «las arquivoltas interiores y tejado de la portada meridional, que además fue remetida». Con respecto a esto último, de la comparación del estado en que se encontraba antes de la intervención recogido en la Foto 02 (que se puede ver aquí con más detalle) y el que tiene ahora, no parece deducirse que se haya «remetido» la portada pues el arimez es sensiblemente del mismo espesor en uno y otro caso. El tejaroz hubo de ser rehecho, evidentemente, ya que en algún tiempo pasado había sido aniquilado. En cuanto a las arquivoltas interiores ya se ha dicho al comentar la Foto 19 y también al exponer el tercer proyecto (1901) de M. Aníbal Álvarez que esta portada se reconstruyó inicialmente tal como era hasta entonces, con un solo arco, pero que se decidió más tarde reducir el hueco mediante otras dos arquivoltas interiores y dotarlo de puertas con sus herrajes para poder cerrarlo. El resultado es un arco de triple arquivolta, la primera y tercera lisas de sección recta y la intermedia con la arista abocelada.
Las dos arquivoltas interiores descansan sobre una imposta con perfil en pico de flauta cuyo plano inclinado se adorna con veneras y una bola en cada vértice a imitación de la portada norte original.
Como ya ha quedado dicho y puede constatarse en la Foto 02 el tejaroz de esta portada había sido bárbaramente arrasado, por lo que hubo de hacerse de nuevo. No obstante, los canecillos no dan la impresión de estar tallados recientemente, por lo que bien pudieran haber sido tomados de otro lugar. En la siguiente galería de imágenes se presentan todos ellos con suficiente detalle:

Portada oeste

Aunque supuso el arquitecto que debió existir una portada en este hastial y encontró vestigios de los contrafuertes que la flanqueaban, lo cierto es que lo que aquí había era un conjunto de dependencias repetidamente citadas más arriba que se habían derrumbado por sí solas antes de comenzar la restauración. Puesto que había que dotar de cerramiento al templo, si bien en un principio se había dejado abierto tal como estaba, propuso en el proyecto de 1901 «Restaurar la fachada principal», así como «hacer la portada por el estilo de la proyectada en la fachada lateral derecha, por el estilo también, aunque más sencilla, que la existente en la fachada lateral izquierda acompañándola de dos contrafuertes de los cuales existen vestigios que se pueden ver en el estado actual». Esta portada, en efecto, es muy similar a la que da acceso a la nave meridional, con el mismo número y disposición de las arquivoltas y con impostas muy parecidas bajo los arcos.
En vez de las veneras que se exhiben en la imposta de la portada meridional aquí nos encontramos con haces de zarcillos que definen unos espacios casi circulares en los que se inscriben flores abiertas. De los vértices cuelgan las consabidas bolas que lucen igualmente en las otras portadas.
Tejaroz de similar factura que los de las portadas sur y norte sostenido como aquellos por nueve canecillos que pueden verse en detalle en la siguiente galería de imágenes:

Portada sur transepto

Con respecto a las portadas decía M. Aníbal Álvarez en la Memoria de su primer proyecto (1895) que merecían mencionarse entre otras puertas existentes dos de ellas: «... y las otras dos, si bien posteriores, por tener impostas y capiteles de la época; estas dos puertas son: la colocada en el mismo lado derecho que comunica a la Sacristía ...». Esto quiere decir que al construir la sacristía adosada al frente meridional del transepto se conservó esta portada como hueco de comunicación entre ambos espacios. Su arco apuntado denota, como el arquitecto puso de relieve, que es posterior a la construcción románica, aunque anterior a la de la sacristía. La arquivolta interior carga sobre las jambas y la otra, formada por un gran bocel, sobre columnas acodilladas de fustes más bien cortos rematados por capiteles decorados. Una moldura de perfil de nacela envuelve el conjunto a modo de chambrana no sobresaliente del lienzo mural.
Tanto el capitel de este lado como su cimacio y la imposta en que se prolonga están bastante mutilados pues faltan las bolas que adornarían los vértices así como las piñas, excepto una, que colgarían de las hojas vueltas de la cesta del capitel. Lo mismo el cimacio que la imposta se adornan con veneras de las que se repiten por todo el edificio. En el orden superior de la cesta del capitel se desarrollan dos caulículos por cara y en el centro un botón floral. Debajo, hojas de palma de cuyas puntas penderían piñas desaparecidas como la que se conserva junto a la jamba. El fuste no es enterizo sino compuesto por un tambor superior que se aprecia en la imagen y una única pieza restante. El ábaco del capitel penetra en el muro una profundidad tal que permite que descanse sobre él no solo la arquivolta exterior sino también la moldura nacelada que la circunscribe, dato que se hace notar aquí para contrastarlo con lo que sucede en el lado contrario.
La cesta de este capitel muestra tallos vegetales, palmetas, una roseta centrada en cada cara y caulículos de tallo perlado. El cimacio y la imposta son iguales a los del capitel opuesto, a base de veneras de las que en la imposta sólo queda algún resto. También de este lado se han arrancado las bolas que en su día colgaban de los vértices del cimacio y la imposta. El fuste de esta columna es monolítico. Lo que llama la atención en este extremo izquierdo del arco es que la nacela exterior así como un esquinazo de la arquivolta y el propio capitel están incompletos y supuestamente cortados. No parece probable que en la restauración se cometiese tal atropello pues no había ningún motivo que condicionase la colocación de la portada de tal forma que fuera preciso cortarla, por lo que se antoja más razonable pensar que fue en el momento de adosar la sacristía cuando se cercenó esa parte y que el arquitecto restaurador decidió conservarla y aprovechas lo que había antes que rehacerla nueva.

Portada norte transepto

Esta portada no la menciona el arquitecto en sus proyectos y es de suponer que la hizo por simetría con la del lado opuesto del transepto en el entendimiento de que debió existir en algún momento para comunicar esa zona de la iglesia con las dependencias monásticas. Lo cierto es que el muro en el que ahora se encuentra desapareció al construirse la capilla gótica que allí hubo, a la cual se accedía desde el transepto bajo un arco carpanel cuya luz era prácticamente toda la anchura de esa nave transversal. Este extremo ha quedado patente en la Foto 05.
Está formada únicamente por un arco apuntado sobre jambas sin ningún ornato ni chambrana y se encuentra cegada.

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Las ventanas


Todas las ventanas responden a la misma tipología: arco de medio punto de dos arquivoltas, la exterior lisa apoyando sobre el muro y la interior de arista abocelada volteando sobre columnillas con capiteles; chambrana ajedrezada al igual que las impostas. El vano es generoso en las ventanas de los ábsides, algo menor, aunque no en todas iguales, en las de las fachadas de las naves y más estrecho, casi de aspillera en las del cimborrio. Existen tres en cada una de las naves laterales, una en cada uno de los ábsides menores y dos en el mayor y cuatro en las caras orientadas a los puntos cardinales del cimborrio; en total catorce ventanas que se presentan a continuación.

Fachada sur

Ventana izquierda
El capitel izquierdo llena toda la superficie de la cesta con tallos cauliculares estriados y entrelazados, estando formado el cimacio por por tres baquetas horizontales. Esta decoración a base de baquetas desborda el cimacio y se prolonga hacia la izquierda por el muro hasta topar con el husillo de este lado dando lugar a la línea de imposta. Es de notar que este fragmento de imposta que no sigue la tónica general en la utilización del taqueado no se hizo así por decisión caprichosa del arquitecto restaurador sino que se respetó la anterior incongruencia. En este detalle de la Foto 02 puede apreciarse a pesar de lo defectuoso de la imagen que en origen esa imposta ya era así.
El capitel derecho decora su cesta con rosetas inscritas en roleos por encima de los cuales aparecen las consabidas volutas. El cimacio es ajedrezado como continuación de la imposta.
Ventana central
El capitel izquierdo presenta en la parte superior de la cesta los clásicos caulículos y en la inferior hojas de palma y de acanto. En el cimacio veneras con doble palmeta trifoliada en su interior y la tan repetida bola en el vértice.
El capitel derecho también presenta un juego de caulículos en la parte superior de la cesta y debajo una serie de veneras con dobles palmetas trifoliadas parecidas a las que adornan su cimacio.
Ventana derecha
El capitel izquierdo adorna su cesta con hojas de palma que giran sus puntas hacia el exterior pendiendo de ellas pomas esféricas. Por encima asoman caulículos y un taco central. El cimacio muestra las típicas veneras con dobles palmetas trifolias inscritas.
El capitel derecho presenta tallos vegetales entrelazados en cuyos extremos lucen palmetas o volutas. El cimacio se decora con una cenefa de roleos y palmetas trifolias en su interior.

Fachada norte

Ventana izquierda
El capitel izquierdo se adorna en su parte inferior con abultadas hojas de palma y en la superior con caulículos, dejándose ver entre los dos de la cara interna una cabecita de niño mofletudo. El cimacio muestra las típicas veneras con dobles palmetas trifolias.
El capitel derecho, de carácter figurativo, presenta en la cara exterior un personaje que cabalga sobre un cuadrúpedo y que vuelve su torso hacia afuera apoyando su mano izquierda en la parte trasera del animal mientras la derecha la tiene entre sus fauces como siendo devorado. El animal es seguramente un león por la forma característica en que se representa su cola y por su actitud devoradora. En la cara interna se muestra un caballero sobre su montura perfectamente enjaezada. Por encima de esta figuras asoman los típicos caulículos. El cimacio es liso.
Ventana central
El capitel izquierdo de esta ventana adorna su cesta con los consabidos caulículos estriados en la parte alta y con tallos vegetales que se extienden y enlazan por el resto del tambor. Va coronado por un cimacio liso con una bola en la arista.
El capitel derecho está muy deteriorado y escasamente permite adivinar dos personajes en su cara externa, uno en cuclillas y el otro algo más erguido. En la parte alta sí se ven los manidos caulículos. El cimacio, como el del capitel opuesto, es liso con una bola en la arista.
Ventana derecha
El capitel izquierdo es de profunda talla calada a base de vástagos que terminan en volutas que suplen a los caulículos de siempre. El cimacio es continuidad de la imposta ajedrezada.
El capitel derecho es de una talla muy pobre y somera tanto en las hojas de palma inferiores como en los caulículos de la parte alta. El cimacio es ajedrezado.

Cabecera

Ábside sur. Ventana izquierda
El capitel izquierdo llena su cesta con altas hojas de palma de cuyo extremo superior cuelgan frutos en forma de bola. Unos caulículos muy sencillos sobresalen por encima. El cimacio es liso.
El capitel derecho es muy parecido al opuesto con la única salvedad de que aquí se alternan los frutos esféricos pon las piñas.
Ábside sur. Ventana derecha
El capitel izquierdo exhibe una serie de roleos y palmetas por todo el tambor cuyos extremos parten de la boca de una máscara con forma de cabeza de animal situada en el centro de la cara interior. El cimacio es liso.
El capitel derecho muestra un conjunto de ocho pelícanos agrupados por parejas que elevan sus picos hacia el vértice del tambor o entrelazan sus cuellos y se picotean. El cimacio es liso.
Ábside central. Ventana izquierda
El capitel izquierdo evoca la lujuria simbolizada por tres simios de los que el central, sentado, con las manos y los pies sobre el collarino y las piernas muy abiertas, mostraría sus órganos genitales que han sido cercenados. En la cara externa de la cesta (puede verse aquí) aparece una serpiente que le habla al oido, seguramente incitándole al pecado. Se completa la decoración con roleos y palmetas más los caulículos acostumbrados. El cimacio es de roleos y palmetas.
El capitel derecho ofrece dos máscaras, una en la arista y la otra al fondo de la cara interior, de cuyas bocas brotan tallos vegetales que se desarrollan y cubren la parte baja del tambor. En la alta los típicos caulículos. El cimacio está ornamentado con roleos y palmetas.
Ábside central. Ventana central
El capitel izquierdo presenta una franja inferior de roleos y extraños vegetales carnosos en la zona central que vuelven sus puntas al modo en que se suelen representar las hojas de palma. En la parte superior se ven los caulículos característicos. El cimacio se adorna con roleos.
El capitel derecho es el que aparece en la Foto 20 cuando estaba a pie de obra sin colocar todavía en su lugar. Dos personajes ricamente vestidos parecen abrazarse ocupando la cara interior de la cesta y la zona inferior de la otra cara, completándose la escena con ornamentación vegetal. Caulículos en la parte alta del tambor y roleos con una bola en el cimacio.
Ábside central. Ventana derecha
El capitel izquierdo presenta en su cara interna dos cabezas de animales una de las cuales parece querer devorar a una persona a quien sujeta por el brazo otro personaje que se muestra arrodillado en la cara externa. Los típicos caulículos en la parte alta del tambor y roleos con palmetas decorando el cimacio.
El capitel derecho está compartido por aves y seres humanos de los que el de la derecha sujeta con sus dos manos una serpiente. La persona de la cara interior parece ser femenina y estar desnuda. Asoman por encima de esta escena los típicos caulículos decorándose el cimacio con grandes roleos y palmetas.
Ábside norte. Ventana izquierda
El capitel izquierdo deja ver dos personajes, uno en la arista del tambor y el otro en el extremo de la cara interna, que en posición sedente o acuclillada apoyan en el collarino los brazos y las piernas, estas muy abiertas mostrando claramente los órganos genitales. Las cabezas parecen humanas aunque las posturas son simiescas. Hay también hojas de palma con bolas y caulículos. El cimacio es ajedrezado.
El capitel derecho pone en escena a Sansón desquijarando al león. Sobre ellos los consabidos caulículos. El cimacio es ajedrezado.
Ábside norte. Ventana derecha
El capitel izquierdo adorna toda su cesta con roleos en los que se inscriben palmetas y con dos caulículos por cara en la parte superior. El cimacio es taqueado.
El capitel derecho se adorna con dos filas de veneras que rematan los extremos de los tallos en palmetas trifolias y con caulículos en lo alto del tambor. El cimacio está tallado con decoración jaquesa.

Cimborrio

Ventana cara este
El capitel izquierdo presenta en la cara externa un personaje ataviado con túnica que de pie y hierático posa sus dos manos sobre el lomo de un cuadrúpedo al que le falta la cabeza pero que por otros signos parece ser un león. En la otra cara del tambor se sitúa otro personaje con atuendo parecido que también está de pie pero por delante de su respectivo león, sin que quede clara su actitud pues le falta la cabeza y los brazos. En la parte superior de desarrollan los manidos caulículos. El cimacio posee talla ajedrezada.
El capitel derecho muestra en la parte inferior de su arista una paloma sobre la que dos gallos afrontados colocan sus cabezas. Por encima de ellos, en el centro de cada cara de la cesta aparecen sendas cabezas humanas. El cimacio se adorna con veneras y palmetas, sobresaliendo de su arista una máscara animal.
Ventana cara sur
El capitel izquierdo se encuentra bastante deteriorado, sobre todo en su cara interna. En la externa se ve un león con la cabeza baja que debería estar afrontada con la del correspondiente león de la otra cara que ha desaparecido. Caulículos en la parte superior de la cesta y veneras enlazadas en el cimacio.
El capitel derecho ofrece una escena de lucha entre dos personajes que ocupan la posición central, mientras un tercero permanece de pie y con los brazos cruzados en medio de la cara interior de la cesta. Cuenta ésta con los repetidos caulículos y adorna su cimacio con un ajedrezado.
Ventana cara oeste
Esta ventana se corresponde con la de la Foto 09 cuyo detalle integrando los capiteles puede verse aquí. El capitel izquierdo se encontraba recubierto de mortero y restos de la derruida cubierta dejando ver solamente la parte inferior de su tambor, y el derecho presentaba también un cierto grado de destrozo en el cimacio, que ha sido sustituido, y en la cara interior del tambor y del collarino.
El capitel izquierdo acusa las secuelas de su anterior situación y tiene cercenada una de las patas del león y la pierna del personaje que cabalga sobre él. Tiene roto el collarino por su cara interior y en general está muy deteriorado, por lo que no es fácil adivinar qué tipo de animal es el que aparece al fondo de esa cara ni la actitud del personaje que se sitúa de pie en el centro. El cimacio también es el original y está decorado con roleos y rosetas. El ábaco está bastante estropeado.
El capitel derecho es el primitivo conservado a pesar de lo maltrecha que está la parte inferior de la cara interna y el collarino. El cimacio sin embargo es nuevo y distinto del original adornándose ahora con roleos y palmetas. La cara externa del tambor la ocupa una barca que muestra el tajamar rematado por dos pequeñas volutas y sobre él un mascarón de proa constituido por un busto de aire clásico. De pie sobre la barca un personaje ataviado también a la manera clásica empuña una lanza corta que alza con la mano derecha. En la cara interna se ve arriba otra figura humana de alguien que sujeta o se sujeta con las dos manos a una banda que le apoya sobre los hombros y le vuelve por detrás de la cabeza. Se completa la escena con caulículos que ascienden hacia los vértices. El cimacio es nuevo y decorado con roleos y palmetas.
Ventana cara norte
El capitel izquierdo está bastante estropeado , lo que impide hacerse una idea clara de lo que representa la escena tallada en su tambor. Se aprecian tres personajes ataviados a la manera de los soldados romanos a dos de los cuales les falta la cabeza y parte de los brazos. El que está más completo parece sujetar con su mano derecha algo que tiene en la boca, quizá un instrumento de viento, mientras con la izquierda recoge el borde de su capa. Del personaje central se adivina el brazo derecho alzado como llevándose la mano a la cabeza, aunque ni una ni otra existen. Por lo demás se ven los típicos caulículos en la parte superior y un cimacio adornado con veneras enlazadas en cuyo interior se inscriben palmetas.
El capitel derecho utiliza todo el ornamentación vegetal: hojas de palma y caulículos en la cesta y veneras con palmetas en el cimacio.

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El cimborrio


Sobre el crucero se alza un cimborrio de planta ochavada, es decir, en forma de octógono irregular cuyos cuatro lados orientados a los respectivos puntos cardinales son mayores que los otros cuatro.

En los lados mayores se abren sendas ventanas mientras que los lados menores son ciegos y presentan en el centro de sus caras una columna que llega hasta la cornisa y se remata con un capitel. En horizontal están recorridos todos los paramentos por una doble imposta ajedrezada, la superior a nivel del arranque de los arcos de las ventanas como prolongación de sus cimacios y la inferior al pie de las ventanas. Estas ya han sido descritas en el apartado anterior por lo que queda presentar a continuación los cuatro capiteles de sus respectivas columnas.
Capitel del lado SE
Este capitel repite en sus tres caras casi exactamente el tema ya visto en la cara interna del capitel izquierdo de la ventana oriental del mismo cimborrio, es decir, un personaje que de pie y en actitud hierática se sitúa detrás de un león en cuyo lomo posa sus manos. En este caso se trata de parejas de leones afrontados que comparten cabeza. En los vértices por encima de las cabezas de los leones asoman los característicos caulículos.
Capitel del lado SO
Este capitel de composición simétrica presenta a cada lado un animal cuadrúpedo, seguramente un león, abrazado o asido por el cuello por un personaje masculino. Los supuestos leones, de larguísimas colas, las entrelazan y elevan hacia los vértices de la cesta siguiendo la dirección de los caulículos que la rematan.
Capitel del lado NO
Este capitel está sumamente estropeado habiendo perdido buena parte de la talla. Queda un animal que se asemeja a un león y un personaje agachado en actitud imprecisa. Se ven también los extremos de los caulículos.
Capitel del lado NE
Tres parejas de leones, una por cada cara, que unen sus cuartos traseros y elevan sus cabezas. Muestran la típica representación de la cola pasando entre las patas y ascendiendo por el vientre hasta el lomo. Sendas cabezas humanas asoman en lo alto de las aristas del tambor. En la parte superior se destacan los repetidos caulículos.

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Los canecillos


Las cubiertas vuelan sobre los muros en todos los casos formando aleros. Esto es así no solo en las líneas bajas de los faldones de las naves y del transepto sino también en los hastiales y en los ocho lados del cimborrio. Dichos aleros están soportados por canecillos de rica y variada composición iconográfica. Se irán presentando a continuación por tramos.

Cabecera

Tramo izquierdo del ábside sur

Tramo derecho del ábside sur

Tramo izquierdo del ábside central

Tramo intermedio del ábside central

Tramo derecho del ábside central

Tramo izquierdo del ábside norte

Tramo derecho del ábside norte

Transepto

Lado oriental del brazo sur del transepto

Hastial del brazo sur del transepto

Lado occidental del brazo sur del transepto

Lado oriental del brazo norte del transepto

Hastial del brazo norte del transepto

Lado occidental del brazo norte del transepto

Naves

Nave meridional

Dada la longitud de este alero se presenta fragmentado en tres tramos, pudiéndose ver la secuencia completa aquí.

Nave septentrional

Dada la longitud de este alero se presenta fragmentado en tres tramos, pudiéndose ver la secuencia completa aquí.

Nave central alero sur

Dada la longitud de este alero se presenta fragmentado en tres tramos, pudiéndose ver la secuencia completa aquí. Los dos primeros canecillos contados por la izquierda quedan ocultos por el husillo si se miran de frente, por lo que sólo aparecen 27 de los 29 con que cuenta en total.

Nave central alero norte

Dada la longitud de este alero se presenta fragmentado en tres tramos, pudiéndose ver la secuencia completa aquí. Los cuatro últimos canecillos, los situados en el extremo derecho, quedan ocultos por el husillo si se miran de frente, por lo que sólo aparecen en la fotografía general 24 de los 28 con que cuenta en total. En la triple imagen seccionada sí se muestra la totalidad de los canecillos

Nave central alero hastial

Cimborrio

Cara E

Cara SE

Cara S

Cara SO

Cara O

Cara NO

Cara N

Cara NE

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El interior


Como ya se ha dicho al describir la planta, el templo consta de tres naves longitudinales y otra transversal de la misma anchura que la central, por lo que el crucero es un cuadrado perfecto. Las tres naves longitudinales, de las que la central es más ancha y de mayor altura, se rematan en su extremo oriental con sendos ábsides en hemiciclo, estando el principal precedido de un tramo recto que configura el presbiterio.

La longitud del transepto equivale a la anchura total de las tres naves longitudinales, por lo que no sobresale ni se manifiesta en planta al exterior. Todas las naves incluido el transepto se cubren con bóvedas de cañón soportadas por arcos fajones que descargan en los muros de cerramiento, reforzados por contrafuertes en algunos casos, y en dos alineaciones de pilares con semicolumnas adosadas que forman la separación de las naves mediante arquerías de formeros.

Todos los arcos -formeros, fajones y torales- son doblados, descansando la rosca exterior sobre los muros o los pilares y la interior sobre columnas entregadas coronadas por capiteles.

El presbiterio se cubre con bóveda de cañón y el ábside mayor con bóveda de horno. Se ilumina a través de tres ventanas interiormente lisas y dobladas, sin ornamentación y con fuerte derrame inferior. Todos los paramentos de la capilla están recorridos por una doble imposta de tacos jaqueses, una a la altura de los cimacios de los capiteles torales y la otra en la base de los huecos de las ventanas.
Sobre el crucero se alza un cimborrio que interiormente culmina en una cúpula semiesférica apoyada en una linterna octogonal que a su vez se sustenta sobre los arcos torales y cuatro trompas. Los lados que se corresponden con los arcos torales, es decir, los que poseen orientación cardinal están perforados por sendas ventanas que como todas las de la iglesia son lisas y dobladas por el interior. Cada trompa aloja a modo de hornacina una figura que representa a cada uno de los cuatro evangelistas. Son estas:

Trompa del ángulo SE: representa a Mateo en forma humana con alas y una filacteria vertical.

Trompa del ángulo SO: simboliza a Marcos representado por un león sedente y alado.

Trompa del ángulo NO: simboliza a Lucas representado por un toro sedente con alas. Tiene la cabeza un tanto deteriorada.

Trompa del ángulo NE: simboliza a Juan a quien se suele representar por medio de un águila.

En la clave de la cúpula que cierra el crucero se dejó constancia de la fecha de terminación de la obra principal (1901) acreditándose la autoría arquitectónica y el monarca reinante: «1901 REYNANDO S.M. DON ALFONSO XIII / RECOSTRUYDO POR EL SOR ARQUITECTO DON MANUEL ANIBAL
Los dos ábsides laterales se cubren con bóveda de horno como el central, si bien difieren de éste en que la imposta superior no es taqueada sino lisa. La iluminación corre a cargo de dos ventanas por cada ábside de la misma hechura que todas las demás.
Sobre el altar, que fue diseñado por el propio M. Aníbal Álvarez, dice éste en la memoria del proyecto de 1901 que «consiste únicamente en una gran losa de piedra sostenida por cinco apoyos aislados de sección poligonal rematado por capitelitos de los cuales subsisten dos». En la galería de imágenes inserta a continuación se presentan los cinco capiteles sin que sea posible discernir con exactitud cuáles de ellos son los dos originales a que se refiere el arquitecto.

En los ángulos que forman los muros laterales de cerramiento con el hastial posterior se encuentran los accesos a cada uno de los husillos. El del ángulo noroeste, el de la imagen, conserva sobre la puerta un tímpano-dintel en el que se encuentra tallado un crismón circular (verlo aquí) de seis brazos en el que aún se aprecian restos de policromía.

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Capiteles interiores


En el interior de san Martín se exhibe una magnífica colección de cincuenta capiteles como base de apoyo de los arcos fajones y formeros de sus naves o los torales del crucero. Casi todos son originales y muchos de ellos historiados.

Todos muestran tres caras labradas pues las columnas que coronan van siempre entregadas en el muro o en las pilastras, no habiendo exentas ni acodilladas. La referencia numérica con que se identifican aquí corresponde al orden marcado en este esquema numerado de planta.

Capitel 1 del esquema numerado de planta
Cesta cuajada de roleos de mucho relieve rematados en palmetas, con dos caulículos que nacen del centro de la cara frontal desarrollándose hacia los vértices. Cimacio también a base de roleos de talla menos profunda que los de la cesta.
Capitel 2 del esquema numerado de planta
En el centro de la cara frontal aparece arriba una cabecita de animal y en los vértices sendas máscaras de cuyas bocas salen -o muerden con ellas- tallos vegetales sogueados que terminan en piñas. La escena de la cara derecha muestra a dos personajes, uno de los cuales parece someter al otro asiéndole por el pelo y sujetándole con un pie puesto sobre la pierna del subyugado que hinca una rodilla en tierra. Se ha especulado sobre su simbolismo queriendo ver algunos a Caín y Abel, otros a Abraham e Isaac, y algunos un pasaje de la vida de san Martín de Tours. En la cara izquierda se ve un caballero sobre el que también se han vertido diversas y subjetivas interpretaciones. El cimacio se adorna con roleos y palmetas dentro de ellos.
Capitel 3 del esquema numerado de planta
La decoración del tambor de este capitel se asemeja a la del nº 1 estando constituida por volutas de tallos estriados y caulículos en la parte superior. El cimacio que muestra la R de repuesto exhibe veneras con palmetas en su interior. Se renovó este cimacio por lo deteriorado que estaba, al menos en su cara derecha tal como se aprecia en la Foto 05.
Capitel 4 del esquema numerado de planta
Tanto la cesta del capitel como el cimacio muestran en la cara izquierda la R indicativa de que han sido repuestos. Como se aprecia en la Foto 05 este capitel estaba destrozado y cubierto de yeso apoyando sobre un modillón que había sustituido al fuste de la columna. Lo que queda del primitivo capitel se encuentra en el Museo Arqueológico de Palencia. La composición la forman seis pelícanos, dos por cada cara, que vuelven sus cuellos hacia atrás y que no posan sus patas sobre el astrágalo, como suele ser lo normal, sino sobre un podio de estrías verticales. Se completa la decoración con caulículos lisos en las caras laterales y adornados con botones los de la cara frontal. El cimacio es de roleos con palmetas.
Capitel 5 del esquema numerado de planta
Como se ve en la Foto 06 este capitel se encontraba antes de la restauración cubierto de una capa de yeso sobre la que se habían realizado algunas pinturas modernas, si bien el capitel no había sufrido daño alguno. Fue desmontado para la reposición del fuste de la columna que faltaba y se almacenó en la propia obra a la espera de ser montado de nuevo. Entre tanto, algún bárbaro moralista escandalizado por la desnudez de las figuras centrales lo destrozó a martillazos. El capitel original así desfigurado y maltrecho se encuentra en el Museo Arqueológico de Palencia. Su indudable corte clásico queda explicado si se admite que el artista que lo talló conoció el sarcófago romano del siglo II d. de C. que se encontraba en la colegiata de la vecina localidad de Husillos hasta que en 1870 fue trasladado al Museo Arqueológico Nacional. En dicho sarcófago se representan escenas de la Orestiada, razón por la que a este capitel se le suele denominar como «el de la Orestiada». En las dos figuras desnudas -femenina la una y masculina la otra- de la cara frontal hay quien ve a Adán y Eva sin faltar quien afirma que debería tratarse de Caín y Abel, si bien en la restauración se le habría dotado erróneamente a Abel de un órgano genital femenino. Tanto en la cara izquierda como en la cara derecha una serie de Furias con serpientes recuerdan la leyenda de Orestes. El cimacio se adorna con roleos y palmetas.
Capitel 6 del esquema numerado de planta
Este capitel, totalmente renovado como da a entender la R sobre el cimacio y la cesta, corresponde a la columna del arco toral de la derecha que fue sin duda una de las que más acusó las insoportables sobrecargas trasmitidas por el recrecido del cimborrio que como ya se ha comentado antes y puede apreciarse en la Foto 06 causaron la rotura de la cesta y la fragmentación del cimacio en varios trozos. El capitel original se encuentra en el Museo Arqueológico de Palencia en el estado en que puede verse en esta imagen, es decir, completamente mutilado, faltándole las patas de los leones y otros elemento que se conservaban intactos antes de ser desmontado tal como se aprecia en este detalle de la citada Foto 06. Desconozco en qué momento y circunstancias se produjo el destrozo que no puede achacarse a razones seudomoralistas como en el caso del capitel nº 5.
En la cara frontal se sitúan dos leones que vuelven sus cabezas hacia atrás montados por sendos jóvenes. En el centro una pequeña cabeza de animal que parece morder los extremos del ropaje de los jinetes. Se completa la decoración de la cesta con caulículos profusamente adornados por hojas vegetales y otros caulículos más pequeños. Se muestran a continuación la cara izquierda y la cara derecha de este capitel. El cimacio se adorna con roleos y palmetas inscritas en ellos.
Capitel 7 del esquema numerado de planta
Grandes hojas lisas con un nervio central de cuyo extremo superior pende un fruto esférico. Dos sencillos caulículos completan la cesta. Este capitel, aunque no presenta la R que lo identificaría como repuesto, no sólo ha sido renovado sino que es distinto al que ocupaba su lugar antes de la restauración. Como se observa en la Foto 06 y con más detalle en esta imagen el tambor del capitel primitivo estaba constituido por dos órdenes de volutas vegetales. Ignoro el paradero de aquel capitel y las causas de su sustitución. El cimacio se adorna con veneras y palmetas internas, pudiendo ser el original.
Capitel 8 del esquema numerado de planta
La cesta renovada de este capitel presenta ornamentación vegetal a base de tallos terminados en volutas, hojas con bolas en su extremo y caulículos. El cimacio, que sí es original, se adorna con veneras y palmetas
Capitel 9 del esquema numerado de planta
Como caso excepcional (excepción que comparte con el captel nº 18), este capitel es de doble cesta en correspondencia con el doble fuste de la columna. También se diferencia de todos los demás por su menor altura. Se compone de hojas estriadas que en vez de bolas soportan piñas en sus extremos. Por encima de ellas se dejan ver los típicos caulículos. El cimacio se adorna con veneras y palmetas.
Capitel 10 del esquema numerado de planta
Hojas de palma estriadas de cuyos extremos penden frutos en forma de bola. En la parte alta, los consabidos caulículos. El cimacio se adorna con roleos, palmetas en el interior de los mismos y hojas lanceoladas en los vértices.
Capitel 11 del esquema numerado de planta
Capitel muy parecido al anterior con la salvedad de que los frutos colgantes son ahora piñas. El cimacio muestra también veneras, palmetas y hojas lanceoladas.
Capitel 12 del esquema numerado de planta
Se escenifica en este capitel el pasaje bíblico referente a Adán y Eva en el paraíso. Eva recibe el fruto prohibido que le ofrece la serpiente enroscada al tronco del árbol del bien y del mal; Adán se lleva una mano a la garganta consciente de su acción mientras con la otra se tapa púdicamente, lo mismo que hace Eva. En la cara izquierda una figura humana con cabeza de animal, el demonio, acerca su mano a la boca susurrando algo a Eva. Tras él, un personaje de pie con báculo. En la cara derecha otro personaje con similar indumentaria y pose, y una cabeza de animal en el ángulo que está devorando a un ser humano. Como siempre varios caulículos llenan el resto de la cesta. El cimacio presenta veneras con palmetas inscritas.
Capitel 13 del esquema numerado de planta
Grandes hojas prácticamente lisas y caulículos en la parte superior de la cesta. El cimacio, que ha sido repuesto, se adorna con veneras y palmetas inscritas, así como con hojas lanceoladas en los vértices.
Capitel 14 del esquema numerado de planta
Este capitel vuelve a tratar el pasaje bíblico de Adán y Eva que se acaba de ver en el capitel nº 12 enfrentado a éste. Aquí el árbol de la fruta prohibida se encuentra en el centro dividiendo la escena en dos: a la derecha, Adán cubriéndo su desnudez con las manos y detrás Eva. Al otro lado, una figura nimbada que representa a Dios. En la cara izquierda aparecen dos ángeles alados, uno con una cruz y el otro con un libro. En la cara derecha se ve a Eva con el mismo gesto púdico que Adán a cuyo oído le habla la serpiente tentadora. Entre Adán y Eva, en el vértice de la cesta, una cabeza de animal representando al demonio. El cimacio se adorna con veneras y palmetas algo más elaboradas y complejas que las habituales enlazadas o anilladas entre sí.
Capitel 15 del esquema numerado de planta
Seis pelícanos en diversas posturas constituyen la base de la ornamentación de este capitel. En la parte baja, sobre fondo de roleos y palmetas, otras tres aves se posan en el astrágalo. En la parte superior se extienden dos caulículos por cada cara adornados con pequeñas volutas vegetales. El cimacio exhibe veneras con palmetas inscritas y, en las aristas, hojas lanceoladas.
Capitel 16 del esquema numerado de planta
Capitel muy parecido al nº 11 que cubre la superficie de la cesta con hojas de palma estriadas de cuyos extremos cuelgan piñas. En la parte alta se ven los típicos caulículos y, como detalle diferenciador de este capitel, una cabecita humana en el centro de cada cara. El cimacio muestra veneras, palmetas inscritas y hojas lanceoladas.
Capitel 17 del esquema numerado de planta
La cara central de este capitel la ocupan dos leones que oponen en el centro sus cuartos traseros; sobre sus lomos se encaraman sendos leones más pequeños. En cada una de las caras laterales aparece otro león de tamaño más reducido que los dos primeros y por encima un personaje en posición arrodillada que abraza el cuello del león principal de su lado. No faltan en la parte superior del tambor los habituales caulículos. El cimacio se adorna con veneras enlazadas entre sí y palmetas inscritas en ellas.
Capitel 18 del esquema numerado de planta
Este capitel, aunque no idéntico, es muy parecido al nº 9 con el que comparte caracteres tales como la singularidad de poseer doble cesta sobre una pareja de fustes, presentar en su ornamentación un orden inferior de hojas de palma y piñas, y por encima una serie de caulículos. También el cimacio es de veneras y palmetas inscritas.
Capitel 19 del esquema numerado de planta
Capitel del mismo estilo que los nº 7 y 10 a base de hojas de palma con bolas en sus extremos, si bien aquí las hojas, casi planas, no poseen un nervio central ni estrías sino una mera arista poco marcada. En la parte alta se ven los característicos caulículos. El cimacio exhibe veneras con palmetas inscritas y hojas lanceoladas.
Capitel 20 del esquema numerado de planta
Se adorna con tallos vegetales que ondulan para definir espacios ovoideos en los que se inscriben palmetas. Roleos estriados en la parte alta de la cesta completan la decoración. En el cimacio, veneras con palmetas internas y hojas lanceoladas.
Capitel 21 del esquema numerado de planta
Disposición ornamental parecida a la del capitel anterior: un haz de tallos vegetales parte del centro del deteriorado collarino y se ramifica por toda la cesta dejando espacios en los que se insertan palmetas y hojas lanceoladas. En la zona alta se desarrollan los habituales caulículos que en este caso presentan varias estrías. El cimacio, cuya cara izquierda está sin tallar, muestra veneras con palmetas interiores y hojas lanceoladas.
Capitel 22 del esquema numerado de planta
En este capitel de composición simétrica se representa en cada mitad un león alzado sobre las patas traseras que apoya las delanteras sobre otro león que vuelve la cabeza hacia atrás. En el centro de la cara frontal aparece una cabeza humana y en los vértices de la cesta se enrollan los acostumbrados caulículos. En el cimacio se muestran veneras con palmetas inscritas y hojas lanceoladas.
Capitel 23 del esquema numerado de planta
Capitel muy parecido al nº 10 con ornamentación de hojas de palma estriadas de cuyas puntas vueltas penden bolas, por encima de todo lo cual aparecen caulículos también estriados. El cimacio se adorna con veneras y palmetas inscritas, presentando en los vértices sendas bolas similares a las de la cesta.
Capitel 24 del esquema numerado de planta
Composición simétrica de la cesta que plasma un grupo de cuatro águilas que atrapan con sus picos sendas serpientes. En el centro de la cara frontal aparece una cabeza humana y arriba una máscara entre dos caulículos. El cimacio es un tanto original pues se adorna con frutos esféricos y dos cabezas de animal en los vértices, de las que la de la izquierda pertenece a un cerdo.
Capitel 25 del esquema numerado de planta
Sobre la iconografía de este capitel se han hecho interpretaciones tan dispares como querer ver en él el pasaje evangélico del prendimiento de Jesús o el conflicto de los burgueses tratado en el Concilio de Burgos de 1117. Lo que se ve en la cara frontal es un personaje central que asoma su brazo derecho bajo la túnica para sumarse al encuentro de las manos de los dos personajes que lo flanquean que las unen sobre su pecho. El situado a su izquierda aparece desnudo y tapándose los órganos genitales con la mano mientras el personaje central pone la suya sobre su ingle. En las aristas se colocan dos clérigos -obispos o abades- con báculo y en actitud de bendecir. En la cara izquierda se aprecia una pareja en actitud de lucha, con las piernas cruzadas, uno asiendo por el cuello al contrario mientras este sujeta a su oponente por el pecho y la cabeza. En la cara derecha, por el contrario, los dos personajes presentes en ella se disponen a abrazarse afectuosamente
Capitel 26 del esquema numerado de planta
La cesta de este capitel es casi idéntica a la del nº 19. Hojas de palma lisas con una simple arista central y frutos esféricos colgando de sus puntas. Por encima, caulículos estriados. El cimacio se adorna con veneras y palmetas inscritas.
Capitel 27 del esquema numerado de planta
La composición de este capitel se asemeja a la del nº 6. Dos leones que oponen sus cuartos traseros y vuelven sus cabezas hacia atrás son cabalgados por sendos personajes que se aferran a ellos por el cuello. En el centro de la cara frontal se ve una cabeza de animal y por encima de la escena dos caulículos adornados con espirales. En la cara izquierda se contorsiona un individuo desnudo que parece atrapado por un tallo vegetal. En la cara derecha Un personaje vestido que apoya su mano izquierda sobre el pecho del león y una máscara animalesca de la que emergen dos caulículos estriados. El cimacio lleva como ornamento una serie de veneras con palmetas inscritas y hojas lanceoladas.
Capitel 28 del esquema numerado de planta
Muestra este capitel un motivo ornamental ampliamente repetido: hojas de palma casi lisas en las que sólo se marca una arista central y de cuyos extremos cuelgan frutos esféricos. Por encima, sencillos caulículos. El cimacio se adorna con veneras y palmetas inscritas.
Capitel 29 del esquema numerado de planta
Grandes hojas de palma en cuyo interior de marcan los nervios centrales y otras hojas más pequeñas que arrancan de ellos. En la parte alta, los consabidos caulículos y una cabeza humana en el centro de la cara frontal y de animales en las caras laterales. En el cimacio se han tallado veneras con palmetas interiores y hojas lanceoladas.
Capitel 30 del esquema numerado de planta
Dos órdenes de hojas de palma con estrías verticales con frutos esféricos colgando de las puntas vueltas hacia adelante. En el escaso espacio que queda por encima se ven los típicos caulículos y en el centro de cada cara una cabeza que es humana en la frontal y en la derecha y de un cerdo en la cara izquierda. La ornamentación del cimacio es verdaderamente original: animales de aspecto canino muerden a otros animales cuyas cabezas se representan en los ángulos; ambas mantienen las fauces abiertas pero la de la derecha muestra en su interior otra cabecita de un animal.
Capitel 31 del esquema numerado de planta
Este capitel figurativo narra en la cara frontal la conocida fábula de Esopo de la zorra y el cuervo, quien alagado por la zorra que encomia su bonita voz suelta el bocado que llevaba en el pico para exhibir su canto. El cuervo se encuentra encaramado en un árbol y la zorra espera debajo para atrapar la comida que el cuervo deja caer. En la arista y cara izquierda un simio erguido se tira de la lengua mientras se apoya sobre un lienzo mural en el que se aprecia el característico aparejo de los sillares de piedra. En la arista y cara derecha se sitúa un animal con las fauces abiertas y la lengua fuera y otro simio de pie semejante al del lado contrario. Por encima de toda la escena asoman los habituales caulículos. El cimacio está tan deteriorado que apenas puede intuirse la primitiva decoración a base de veneras y palmetas inscritas.
Capitel 32 del esquema numerado de planta
La parte inferior de la escena la forman dos parejas de leones que comparten cabeza en las aristas de la cesta. Tienen la melena caracoleada y la cola sogueada. En un plano superior se sitúa en el centro de la cara frontal una figura femenina de marcados pechos y abultado vientre que da imagen de fertilidad. Lleva un báculo en la mano derecha y apoya la otra sobre uno de los leones en actitud dominante. En las aristas aparecen sendas cabezas humanas. En la cara lateral izquierda se ve al fondo un personaje levantando la mano izquierda abierta y cruzando sobre el pecho el otro brazo. En la cara lateral derecha aparece otro personaje que apoya la mano izquierda sobre un cayado y pone la diestra sobre su torso. Se completa la ornamentación con caulículos estriados. El cimacio se adorna con círculos enlazados en cuyo interior se inscriben rosetas abiertas hexapétalas.
Capitel 33 del esquema numerado de planta
Una repetición más de la ornamentación a base de hojas de palma lisas con arista central de cuyos extremos cuelgan frutos esféricos. Como siempre los caulículos asoman por encima de ellas. En el cimacio se han tallado veneras con palmetas inscritas y hojas lanceoladas.
Capitel 34 del esquema numerado de planta
En este capitel se representa el pasaje evangélico de la adoración de los Reyes Magos. María mantiene en su regazo a Jesús dotado de nimbo crucífero; junto a ellos otra figura femenina sin identificar. En la parte alta, entre los dos grandes caulículos de dispar ornamentación, una inscripción pregona que: «TRES MAGI VENERUNT AB ORIENTE JHE[ROSOLIMAM]». En la cara izquierda aparecen dos de los tres Reyes Magos oferentes coronados con casquetes poligonales y en la cara derecha se ve el tercero de los Magos en similar actitud y atuendo y, por otra parte, un personaje con una mano alzada en señal de bendición y la otra sobre un cayado que representa a san José a tenor de lo que expresa la inscripción que se muestra sobre él: «IOSEP». El cimacio se adorna con círculos enlazados en cuyo interior se inscriben rosetas hexapétalas.
Capitel 35 del esquema numerado de planta
Otro capitel más cuya cesta se adorna con hojas de palma lisas de marcado nervio central y piñas colgantes de sus extremos vueltos hacia adelante. Grandes caulículos estriados en la parte superior y una cabeza humana en el centro entre ellos. El cimacio se ornamenta con veneras enlazadas y palmetas.
Capitel 36 del esquema numerado de planta
Tambor liso en su parte inferior rematado por esquemáticas hojas de palma y frutos esféricos. Por encima sobresalen sencillos caulículos y hojas de acanto. El cimacio tiene por toda ornamentación pequeños filetes horizontales escalonados.
Capitel 37 del esquema numerado de planta
Varios hombres armados protagonizan una dramática lucha en la cara frontal del capitel. El situado a la izquierda hiere con su lanza al que se encuentra en la arista derecha a quien ha penetrado por el costado atravesándole el pecho. Éste intenta en vano extraer un puñal de su funda para defenderse mientras el personaje central trata de contener la envestida sujetando la lanza con su mano izquierda a la vez que con la otra clava una daga en el cuello del que empuña la lanza. En la cara izquierda se sitúan dos soldados con escudo y espada corta. En la cara derecha una mujer se aflige por la tragedia y posa su mano sobre el hombro del personaje alanceado. En la parte superior de la cesta se pueden contemplar los habituales caulículos, muy sencillos en este caso, y una cabeza de animal en el centro. El cimacio ostenta la R de repuesto y se adorna con roleos en cuyo interior se alojan palmetas; en el exterior, haces de hojas de punta lanceolada.
Capitel 38 del esquema numerado de planta
Ornamentación vegetal en toda la cesta con hojas y frutos esféricos, además de los caulículos de rigor. El cimacio muestra por toda decoración una serie de estrechos filetes horizontales escalonados.
Capitel 39 del esquema numerado de planta
Dos órdenes de hojas de palma estriadas ocupan la mayor parte de la cesta; el inferior incorpora piñas en los extremos de las hojas y el superior frutos esféricos. El espacio restante lo llenan caulículos estriados, una cabeza humana en el centro de la cara frontal y sendas cabezas de animal en las caras laterales. En el cimacio se exhiben tallos vegetales con los extremos en espiral formando veneras y palmetas.
Capitel 40 del esquema numerado de planta
Este capitel, en el que aún se conservan restos de policromía, está en consonancia temática con el izquierdo de la portada norte pues representa dos de los pecados más escenificados en la iconografía románica: la avaricia y la lujuria. En efecto, en la cara frontal se nos muestra al avaro aferrado con las dos manos a la bolsa en la que atesora su peculio. Dos diablos alados, uno a cada lado ocupando las aristas de la cesta, lo atenazan por la cabeza mientras que una feroz máscara situada sobre ella parece que va a devorarlo. En la cara izquierda se simboliza la lujuria en forma de mujer desnuda (a la que le falta la cabeza) que trata de sujetar con la mano izquierda una serpiente que la acecha y levanta la derecha por el lado en que otra serpiente se descuelga del espacio que deja el caulículo. En la cara derecha se repite la escena con la representación más clásica de la mujer desnuda a la que dos serpientes muerden los pechos. Un desciende desde el arbol del que cuelgan las piñas y la otra desde el caulículo; a ambas las sujeta con sus manos. El cimacio se decora con tacos jaqueses.
Capitel 41 del esquema numerado de planta
La fotografía que se muestra al margen fue tomada en el año 2007. La cesta del capitel estaba reducida a una masa informe de piedra en la que todavía se atisbaba un vestigio de su primitiva talla sobre motivos vegetales. En esta otra fotografía realizada en 2013 ya no queda ni un indicio de aquella ornamentación. El cimacio se encuentra sin labrar.
Capitel 42 del esquema numerado de planta
Cuatro parejas de leones afrontados que unen sus cabezas en las aristas de la cesta y que se superponen en dos niveles. En otro nivel superior se muestran los consabidos caulículos y en el centro de las caras un fruto esférico colgado del extremo de una hoja de palma. El cimacio es de veneras enlazadas con palmetas interiores y hojas lanceoladas.
Capitel 43 del esquema numerado de planta
Labor de cestería mediante tallos vegetales estriados que se entrelazan para derivar en la parte alta en caulículos o abrirse en hojas lanceoladas. Cimacio adornado con roleos y palmetas inscritas.
Capitel 44 del esquema numerado de planta
Una figura hierática pero no nimbada ocupa el centro de la cara frontal del capitel. En el nivel inferior se sitúan dos parejas de personajes agachados cuyas espaldas se cubren con hojas vegetales y sentada sobre ellos otra doble pareja de individuos de los que los frontales ponen una de sus manos en el hombro del personaje central y levantan la otra con la palma abierta. Al fondo de cada cara lateral aparece otra figura de pie no tan majestuosa como la principal. En los vértices se desarrollan sendos caulículos. El cimacio se adorna con círculos tangentes anillados en los que se inscriben florones de ocho hojas.
Capitel 45 del esquema numerado de planta
Grandes hojas de palma por detrás de las cuales se elevan los habituales caulículos. En el espacio superior central de cada cara se ha tallado una cabeza humana o de simio. El cimacio muestra veneras con palmetas interiores y un haz de hojas lanceoladas en cada arista. Tanto la cesta del capitel como el cimacio lucen la R indicativa de que se trata de piezas repuestas.
Capitel 46 del esquema numerado de planta
Hojas esquemáticas de cuyos extremos vueltos penden frutos esféricos. Sencillos caulículos asoman por encima. El cimacio se adorna con tacos. Todo el conjunto es un tanto tosco y primitivo.
Capitel 47 del esquema numerado de planta
La cesta de este capitel sigue la línea ornamental del anterior con hojas escasamente insinuadas de las que sólo se destaca el extremo superior vuelto hacia adelante del que cuelgan frutos esféricos. Por encima se dejan ver caulículos bastante simples. El cimacio ha sido repuesto y se adorna con roleos.
Capitel 48 del esquema numerado de planta
Ocupan la cara frontal de este capitel dos porteadores que llevan a hombros por medio de una vara un cubo aparentemente pesado en el que podría haber uva o vino ya elaborado, en el caso de una escena de vendimia, o más probablemente mortero o argamasa destinado a la construcción. Sobre la vara va posado un pequeño león. En el centro, en la parte superior, se sitúa una cabeza de animal de orejas felinas en cuyas fauces introduce una mano uno de los porteadores. En la cara lateral derecha puede verse un cantero tallando un sillar, lo que refuerza la idea de que se están describiendo los trabajos de construcción de un edificio. Este personaje de extraña cabeza maneja la herramienta con la mano izquierda mientras pone la otra sobre el primero de los porteadores. En la cara lateral izquierda se hallan dos individuos inmersos hasta casi la cintura en una gran artesa en la que parecen batir o amasar su contenido con sendos palos. El cimacio se adorna con simples bandas horizontales y, aunque no se indique de ninguna forma, es otro de los repuestos. Basta observar el cimacio original tal como aparece en la Foto 13 para percatarse del deterioro de éste frente al estado actual.
Capitel 49 del esquema numerado de planta
Capitel muy similar al nº 43 a base de tallos estriados que se entrelazan y rematan en hojas lanceoladas. Aquí el collarino está formado por una doble superficie tórica. El cimacio muestra roleos con palmetas interiores.
Capitel 50 del esquema numerado de planta
Hojas de palma muy elaboradas que soportan piñas en sus extremos vueltos. Por encima de ellas emergen caulículos estriados. El cimacio lleva por adorno una sucesión de veneras que alternan su posición en cuanto que están abiertas por arriba o por abajo. En la arista derecha hay una bola cuya correspondiente de la otra arista se ha perdido.

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